Ateneo de Palencia. Colaboraciones

Colaboraciones

ASTRONOMÍA CONTEMPLATIVA

ASTRONOMÍA CONTEMPLATIVA

Luis Antonio Gómez Romero

Es una pena, que precisamente nuestro progreso, sea el que nos impida contemplar los verdaderos placeres de la propia naturaleza.

Recuerdo un día, que ya de noche, visité a unos clientes y amigos en un pueblecito perdido del norte de la provincia, habían terminado de ordeñar unas doscientas ovejas y después del duro día de trabajo les encuentro en el quicio de la puerta a los dos, y me dicen al verme, estamos contemplando el cielo, sin más.

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SUBVENCIONES INJUSTIFICABLES A LAS GRANDES EMPRESAS

SUBVENCIONES INJUSTIFICABLES A LAS GRANDES EMPRESAS

Entre las noticias aparecidas en estos últimos tiempos, en distintos medios de comunicación, hay un par de ellas que, en mi opinión, destacan porque de las mismas se deducen dos malos hábitos al actuar los distintos Gobiernos públicos: La Presunción y la Ingenuidad de muchos Políticos.

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El joven que movía las nubes

El joven que movía las nubes

Santiago Juan Zurita Manrique

Tumbado en un banco corrido de piedra en el Salón de Palencia, con la mirada puesta en las nubes que creía mover, exhalaba el humo del cigarrillo con la intensidad de un fuelle de esos de herrero medieval. Sonreía de vez en cuando al cerciorarse de que la nube que pasaba por encima de él se movía a su antojo.

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La coleta de la doncella de Doña Inés de Osorio

La coleta de la doncella de Doña Inés de Osorio

Santiago Juan Zurita Manrique

En la bella desconocida entraron los dos amantes agarrados de la mano, dispuestos a visitar los restos visigodos de la cripta. Allí se toparon con una guía que les fue explicando al detalle cómo surgió aquella catedral desde sus cimientos hasta la actualidad, sin omitir detalle.

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El viejo y la paloma

El viejo y la paloma

Santiago Juan Zurita Manrique

El viejo se paró en los Jardinillos. Se sentó en un banco de madera frente al palomar de puerta estrecha. Estaba agotado de ir de un lado para otro, sin destino. Echó una mirada a la estación del Norte, pero no reconoció el edificio donde tantas veces había estado para regresar al pueblo, ni tampoco el palomar al que ahora observaba con atención.

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