Las familias, el profesorado, el alumnado, los sindicatos, las patronales de la educación, la iglesia Católica, los partidos políticos, el Gobierno,… es decir, toda la sociedad, lleva años reclamando la necesidad de un gran pacto educativo. En esto, todos parecen estar de acuerdo.
Ahora bien, si preguntamos qué pacto, el asunto seguro que se complica, y el acuerdo ya no será tan unánime. Y es lógico porque, antes de comenzar a pensar y debatir sobre “qué modelo educativo” queremos diseñar, tendremos que ponernos de acuerdo sobre “qué sociedad” queremos construir, ya que de la respuesta a esta segunda pregunta, dependerá la que demos a la primera.
Se cuenta que un seguidor de la corriente sicológica de la gestalt estaba trabajando en su despacho, mientras su hijo de cuatro años andaba a su alrededor preguntando y distrayéndole de su trabajo. El padre, cansado de la actitud de su hijo, le preguntó enfadado: ¿qué demonios quieres? El niño respondió: yo también quiero trabajar. El padre, viendo que no había forma de conseguir que lo dejara trabajar tranquilo, cogió un mapa del mundo que había en una revista, lo partió en cincuenta partes de formas diferentes, las revolvió y se las dio al niño diciéndole: construye el puzle y cuando lo tengas hecho me lo traes. El padre tenía muy claro que el pequeño lo dejaría en paz durante mucho, pero que mucho, tiempo. Pero hete aquí que no habían pasado ni tres minutos, y el niño se presentó ante su atónito padre con el puzle perfectamente hecho. ¡No es posible! Si no tienes conocimientos de geografía, nadie te ha explicado cómo es el mundo, ni sabes dónde están los países, ¿cómo es posible que lo hayas hecho? Ha sido muy fácil, le contestó el niño. Por la otra cara del mapa venía el dibujo de una cabeza humana, así que “primero he construido la cabeza del hombre, he dado la vuelta al papel, y el mundo se ha construido solo”. Sin saberlo, el niño acababa de responder a la gran cuestión sobre el modelo educativo: es preferible tener una cabeza bien hecha, que una cabeza bien llena.
Antes de ponernos a debatir y acordar el modelo educativo que queremos para este país, nos tendremos que poner de acuerdo sobre qué modelo de sociedad queremos construir. Tendremos que decidir si queremos una sociedad de cabezas llenas o de cabezas bien hechas. Tendremos que tener muy claro si queremos una sociedad solo con buenos médicos, ingenieros, mecánicos, taxistas, agricultores, etc., es decir “solo cabezas llenas”, o si necesitamos que primero sean personas honestas, críticas, respetuosas, etc., es decir “también cabezas bien hechas”.
En función del tipo de sociedad que deseemos tener en el futuro, tendremos que decidir si optamos por un sistema educativo en el que, en sus niveles básicos, nos limitemos a llenar cabezas de contenidos -matemáticas, idiomas, gramática, historia,…-, u otro en el que, junto con estos conocimientos, hagamos hincapié en la formación en valores cívicos, enseñemos a pensar con criterio propio, despertemos el gusto por el arte, la lectura o el deporte, es decir, formemos personas.
Personalmente, apuesto por lo segundo. Pero no estoy seguro, y a los hechos me remito, de que todos estemos de acuerdo.
Juan Ramón Lagunilla