El director del Instituto Jorge Manrique, Jesús Coria, se despide de su puesto tras 23 años de dedicación y analiza los cambios que la enseñanza pública ha vivido en este tiempo.

 

El Instituto Jorge Manrique tiene un recorrido que respalda sobradamente su apodo de ‘El Viejo’ por el que le conocen muchos palentinos . En 1908, se puso la primera piedra del actual edificio, y ya antes, desde 1845, tenía su sede en el desaparecido monasterio de Sanbuenaventura, cerca de la Catedral.

Jesús Coria, como director del centro, ha formado una parte importante de esa dilatada trayectoria, y hace una semana se despidió de su puesto tras 23 años de dedicación profesional. Ahora, el catedrático de Historia quiere centrarse en la investigación en su campo y en la creación literaria, así como en otros proyectos culturales que está desarrollando. Desde su experiencia al cargo del instituto, echa la vista atrás y analiza los cambios que ha experimentado la educación en España, los puntos más problemáticos y las posibles soluciones, poniendo un especial interés en el reparto autonómico de competencias.

–Desde que comenzó como director del Jorge Manrique, ¿cómo ha cambiado, a grandes rasgos, la educación?

–Ha habido muchos cambios que han repercutido en la educación, y uno importante es el de las competencias de las comunidades autónomas. Cuando yo empecé en Palencia, aquí éramos territorio MEC, no teníamos competencia educativa. La actual descentralización tiene muchos inconvenientes, creo que es un modelo que se nos ha ido de las manos.

–Esta descentralización, ¿sobre qué aspectos es, a su juicio, más problemática?

–Con las oposiciones, por ejemplo. Antes se hacían a nivel nacional en unas pruebas en las que todo el mundo iba contra todo el mundo, era un sistema más justo en ese sentido. Ahora, si un opositor quiere realizar pruebas en Cataluña o en el País Vasco, debe tener un mínimo de nivel en esas lenguas. Además, las pruebas se convocan el mismo día en muchas comunidades, por lo que el opositor debe elegir a cuál presentarse, cuál puede venirle mejor.

–En relación a esto, está el polémico tema de la diferencia entre los exámenes de Selectividad…

–Sí, pero lo cierto es que la Selectividad siempre ha tenido una formulación más local, no ha habido tanto cambio. Y es verdad que, en Castilla y León hay unos niveles altos, de los mejores de Europa… lo cual quizá no es para estar muy contento. En relación al resto de España, estamos en la ‘champions leage’.

–Pero esto, imagino, tiene unas raíces profundas…

–Claro, ya en los años 70, las estadísticas entre los niveles educativos en Palencia y Cádiz mostraban esa brecha. Todo lo actual responde a un tejido educativo preexistentes. Antes, en Castilla y León, la única forma que había para prosperar era la estudiar, ahora quizá ha cambiado un poco, pero entonces había que trabajar en una buena enseñanza pública para fomentar ese ascensor social. Está ligado al entorno, si tenías tierras en Tabladillo, te daba para poca cosa, te tocaba estudiar, pero si las tenías en Denia, en la costa, podías hacer un buen dinero.

–En esta línea, también es problemática la diferencia entre los temarios de las distintas autonomías, ¿qué opina, visto que ha trabajado en la elaboración de los currículos de Historia de Castilla y León?

–Me parece un disparate porque hay mucho adepto al régimen autonómico, y el nacionalismo en el mundo educativo es enorme. Como experto, he trabajado junto a Julio Valdeón en la elaboración de los programas de Historia de Castilla y León y, cuando lo hicimos, no nos movía ningún énfasis de reivindicación de lo diferencial e identitario de la comunidad. Para todos estos problemas, creo que tiene que haber una remodelación más centralizadora de la educación, pero si lo digo me dirán que soy un fascista.

–Usted ha vivido el paso de varias leyes educativas que han legislado sobre la asignatura de Religión, la de Educación para la Ciudadanía y, más recientemente, la de Filosofía, eliminando su obligatoriedad en Bachillerato, ¿cuál cree que debería ser el estatus de estas materias?

–La retirada de la Filosofía obligatoria es una barbaridad. Una asignatura de esas características es importantísima en Bachillerato, pero parece que va resolverse pronto. La Religión, por otro lado, no creo que deba de ser una asignatura evaluable, otra cosa es que, como toda doctrina, dado su calado, pueda tener unos vínculos de colaboración con el Estado. Y respecto a la Educación para la Ciudadanía, si se hiciese bien, podría ser muy útil para la transmisión de valores, pero también puede tener mucha carga ideológica.

–La pedagogía moderna está en el punto de mira de muchos docentes, ¿a qué se debe?

–Creo que a veces con ese modelo se busca más la forma que los contenidos. Tiene que haber una metodología activa que haga que los niños estén motivados y que haya un aprovechamiento útil de los medios disponibles, como es ahora la tecnología, pero con cabeza. El rol del profesor ha cambiado y lo que no puede establecerse es una teoría del péndulo: o el profesor tiene una regla en la mano o que cada uno haga lo que quiera, pero es un asunto más complicado de lo que parece.

–Ósea que usted no es de los que piensan que el método y el alumnado anteriores eran necesariamente mejores…

–No, la educación no está en un mundo arcangélico que vive fuera de las reivindicaciones tecnológicas y los cambios sociales, sino que se adapta a ellos de mejor o peor manera. Hoy, por ejemplo, la elección del profesorado es muy mejorable. Pero de la bajada de nivel del alumnado se ha hablado siempre y de los problemas de la juventud ya hablaba Cicerón. Es erróneo pensar que, en ese sentido manriqueño, todo tiempo pasado fue mejor.

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