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«Soy pobre de espíritu pero rico cuando miro al Cristo del Otero, con sus reminiscencias hieráticas románicas y ese toque modernista que nuestro escultor Victorio Macho supo mezclar, dominando la ciudad de Palencia como ningún otro monumento o edificio, convirtiéndose en el ángel de la guarda para algunos, en el protector de cada amanecer para otros, o en el principio y el fin de cada suspiro, de cada sollozo.