MIÉRCOLES 12 DE FEBRERO DE 2020

CICLO «LOS ATENEÍSTAS Y SUS LIBROS»
PRESENTACIÓN DE «LAS HERIDAS DEL ALMA (CONVERSACIONES CON UN PSICOANALISTA) DE JOSE MARÍA ÁLVAREZ

LUGAR: Sede del Ateneo. C/ Sta. Teresa de Jesús, 4. Palencia.
HORA: 20:00h.
MODERA: Ángela González Delgado (Directora de la Sección de Psicoanálisis)
PRESENTAN: Pedro Brun, Juan Conde, Enrique Gómez, Virginia González, Suso Pol y Álvaro Valle (miembros de la Sección de Psicoanálisis)
INTERVIENE: el autor, Jose María Álvarez (psicoanalista y Ateneísta núm. 262)

Intervención de Ángela González

Psicoanálisis ciudad y aledaños es una colección de libros que edita el centro Dolto de Palencia. Este es un Centro que nace en 1994, tiene como objetivo la difusión de la tarea del psicoanalista en la ciudad y las relaciones del psicoanálisis con otros discursos.

A lo largo de su historia ha realizado múltiples actividades de distinta naturaleza: seminarios, talleres, cursos, encuentros y coloquios.

Ahora ha pensado ofrecer a las personas que participan de actividades y frecuentan el Centro una colección de libros donde puedan encontrarse el psicoanálisis y también otros campos aledaños como son la poesía, la novela, el ensayo.

La colección comenzó con “Vecinos Ilustrados encore” en el que su autor, Fernando Martín Aduriz, recoge las columnas de prensa publicadas en Diario Palentino durante el año 2018. Después vio la luz el número dos, “Esos cielos que se le caen al mar”, primer libro de poesía de Enrique Gómez. Hoy presentamos, “Las heridas del alma. Conversaciones con un psicoanalista” de José María Álvarez, que recoge las entrevistas que le han realizado a lo largo de su carrera profesional. Y en unos meses, el número cuatro se llamará “Separarse” obra de Ángela González. Ya están previstos, al menos cuatro títulos más para el próximo año.

Del libro que hoy presentamos merece una especial mención el prologo del mismo, de Fernando Martín Aduriz, que enmarca la obra y da sentido a la misma.

Extracto del prólogo de Fernando Martín Aduriz

“Nadie por sí mismo tiene fuerzas para salir a flote – escribió Séneca -. Precisa de alguien que le alargue la mano, que le empuje hacia fuera”. Nuestro cometido consiste en tenderle la mano e indicarle la buena dirección adonde dirigir sus esfuerzos.

El lector podrá encontrar más adelante esta respuesta, siendo precisamente las últimas líneas de su conocido libro La invención de las enfermedades mentales, en su versión ampliada de 2008, que constituye su tesis doctoral resumida. Pues bien, si este libro merece ser publicado en esta Colección que ensambla psicoanálisis y ciudad, lo reflejan esas líneas, en ellas está casi todo.

Extracto del epílogo de Ángela González Delgado y Enrique Gómez Crespo

José María Álvarez (León, 1960) es psicoanalista miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Doctor en Psicología y Especialista en Psicología Clínica del Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid, donde coordina la Unidad de Psicoterapia Especializada, y es Formador de Residentes MIR y PIR. Coordinador junto a Fernando M. Aduriz del Seminario del Campo Freudiano de Castilla y León.

Es uno de los fundadores de la Otra psiquiatría.

Ha escrito La invención de las enfermedades mentales (1ªed., Dorsa, 1999; 4ª ed., Gredos, 2017); Fundamentos de psicopatología psicoanalítica (Síntesis, 2005), tratado del que es coautor con R. Esteban y F. Sauvagnat; Estudios sobre la psicosis (Nueva edición reescrita y ampliada) (Xoroi edicions, 2013); Las voces de la locura (Xoroi edicions, 2016) con Fernando Colina; Estudios de psicología patológica (Xoroi edicions, 2017); Hablemos de la locura (Xoroi edicions, 2018) y Principios de una psicoterapia de la psicosis (Xoroi edicions, 2020).

Actualmente coordina el Máster-Título propio de Psicopatología y clínica psicoanalítica en la Universidad de Valladolid (Uva).

Dirige junto a Fernando Colina la colección La Otra psiquiatría (Xoroi edicions), y es Redactor de la colección “Psicoanálisis, ciudad y aledaños” del Centro “Françoise Dolto” de Palencia.

Es éste un libro donde José María conversa no con sus maestros, no con sus pacientes, no con sus alumnos, no con sus amigos. Aquí se trata de otra cosa y sin embargo estas conversaciones están pobladas de perlas y orientaciones clínicas de gran valor para el lector que se asoma a estas páginas.

Los libros tienen que ganarse a sus lectores, tienen que ganarse el derecho a ser leídos. Nada más perjudicial para un libro, como lo es también para un niño, que el amor incondicional. Y Las heridas del alma. Conversaciones con un psicoanalista, lo ha conseguido. Un libro realmente impresionante que debe ser leído con la atención que merece la agudeza de sus preguntas y la belleza reflexiva de sus respuestas. Un libro que rezuma respeto a la locura, a todas las locuras.

Presentación de la actividad

Con fecha 12 de febrero de 2020, el ciclo Los Ateneístas y sus libros del Ateneo de Palencia, presentó el libro de José María Álvarez, ateneísta nº 262 Las heridas del alma (Conversaciones con un psicoanalista).

Al igual que el libro, cuya lectura no deja indiferente a nadie, el simposio fue muy ameno y cercano a la ciudad. Participaron Ángela González (Psicoanalista en Palencia, asesora de la colección “Psicoanálisis, ciudad y aledaños” del Centro “Françoise Dolto” de Palencia). Pedro Brun (Psicólogo clínico), Juan Conde (Psicólogo), Enrique Gómez (Licenciado en Filosofía especialidad Geografía e Historia, funcionario en la Junta de Castilla y León), Virginia González (Psicóloga), Suso Pol (Psicólogo clínico) y Álvaro Valle (Psiquiatra).

La participación finalizó con la intervención de José María Álvarez, que compartió con los asistentes algunas cuestiones reflejadas en las entrevistas que se recogen en el libro. Cuestiones fruto de su experiencia profesional tras tres décadas de dedicación a la clínica y la docencia.

Las intervenciones de los participantes en el simposio pueden leerse a continuación en la presente reseña.

El delirio es muy adictivo (2014).
Enrique Gómez Crespo

“He nacido para morir, ¡qué extraño destino!, dijo un poeta. Los seres humanos digamos “normales”, si es que esta categoría, esta abstracción nominadora tiene algún valor nosológico, que lo dudo, hacen lo posible por normalizar lo terrible, el loco no. La normalidad echa mano de herramientas simbólicas e imaginarias, del síntoma para defenderse de lo insoportable, el loco elige delirar, porque quien ha conocido la plenitud no quiere la aburrida normalidad, la de los mediocres mortales, esos que andan por ahí con sus asuntos mundanos acosados por las dudas, incapaces de saber qué es la verdad. Los locos, como Álvarez prefiere llamarlos, son esos seres que no se conforman con nuestra pacata y estúpida forma de interpretar la realidad. El psicótico mira la realidad con el ojo del pez, un ojo grande, patético, sin expresión pero muy lúcido; el ojo del pez es la locura.

¿Y qué es lo terrible?. Difícil pregunta, pero en las respuestas de José María Álvarez a esta primera entrevista, El delirio es muy adictivo, y en todas las de este singular libro, podemos encontrar algunas pistas a esta cuestión. ¿Qué es lo que aterra a los hombres, qué nos enloquece? Lo terrible puede ser haber nacido, como aseguró reiteradamente Emile Ciorán, que por cierto murió de muerte natural a los 84 años, lo terrible es lo que no tiene palabras, lo que sí las tiene y su herida, el sinsentido, el Otro y su inquietante deseo, el goce que se impone en un cuerpo que puede ser siniestro, la ley, esa aguafiestas que nos lleva a la castración y que el psicótico ha elegido forcluir, la falta en ser, un agujero que nunca se cierra del todo, y como no, la muerte, también es terrible la muerte, que como decía Víctor Hugo, es un negro misterio. Insoportable es también lo de Pascal, él lo cita en esta entrevista, no se le ha escapado a José María Álvarez su belleza, y es para mí una de las frases más hermosas y estremecedoras de todo el texto, dice el filósofo: Me aterra profundamente la soledad de los espacios infinitos y Álvarez añade entonces que “al sujeto que se le priva de su herramienta delirante se queda desprotegido, aterrorizado ante la contemplación de un infinito innombrable” Por eso es mejor delirar, inventar, crear algo que sirva de sustituto de lo que es para el sujeto mucho peor, quizás esa soledad con demasiada luz, quizás la experiencia de lo ilimitado que se impone, el infinito, esa angustia terrible ante un vacío inconmensurable, una perplejidad oceánica, añade Álvarez. El delirio y su certeza es para el loco, una conquista que no quiere perder, por eso es adictivo; el náufrago ha conseguido llegar a una isla, desierta es cierto, pero al menos es una isla, tierra algo más firme que las amenazantes aguas en las que antes no conseguía ni flotar.

Llama mucho la atención también, y es por ello un rasgo destacable de esta entrevista, ya no sólo lo que opina sobre las locuras, sus causas y desencadenamientos, sino su propia posición ideológica y ética ante ellas y su abordaje actual. Y no me refiero únicamente a su acuerdo con Freud y Lacan en su consideración del delirio como defensa, importantísimo aspecto este que separa las aguas de la escena psi, sino también a su llamada constante a la responsabilidad de los pacientes a los que además declara, tiene mucho interés en sacar adelante; así lo dice. José María Álvarez quiere ayudar a los locos, no dejarlos caer y le importa mucho lo que se hace con ellos, y lo que no se hace, es decir hablar, porque él piensa, todas las entrevistas son un ejercicio de reflexión, que la actual psiquiatría supuestamente científica y naturalista, la psiquiatría de la neurociencia y los neurotransmisores, la del organismo y los genes, tiene por objeto precisamente eso, abandonar la escucha, dejar de hablar con el loco. Decía Octavio Paz, óyeme como que oyes llover, ni atenta ni distraída, pues bien, ya ni siquiera eso. Ya no llueve en la locura, ni una leve llovizna, esa agua que es aire. No entiende y le parece un error, que la actual disciplina psiquiátrica haya decido apostar por la ceguera ante el saber antiguo. Por eso en sus reflexiones aparecen Platón, Séneca, Cicerón, Aristóteles, Epicteto o Epicuro, ese materialista, que dice Álvarez, da la espalda a los dioses con sublime elegancia.

Además, José María Álvarez, a lo Victoria Camps, hace en todo momento en esta entrevista y en todas las del libro, un elogio de la duda, porque él sabe que siempre es así, que manejamos sólo pistas, sospechas, que ensayamos respuestas que creemos válidas, que tenemos dudas, que hasta los diagnósticos psiquiátricos son inseguros dice Álvarez en esta entrevista, por eso hace un llamamiento a la humildad, a la prudencia, a la cautela siempre. Reconoce los límites de la ciencia en las cosas del alma, también los del saber humano, siempre al borde de la verdad, o en la verdad a medias, siempre alejado, distanciado de lo que las cosas son, porque Álvarez es un nominalista, sabe que todo es interpretación, que solo alcanzamos a ver lo que las cosas parecen ser y que la verdad de hoy, no es la de mañana. No solo la donna e mobile, cómo decía Verdi en Rigoletto, también la verdad lo es, como pluma al viento.

Y todo esto como él dice, bajando la prosa al suelo de la sencillez, sin fastos literarios ni técnicos, porque como dijo Ortega y Gasset, la claridad es la cortesía del filósofo, creo que también del psicoanalista, que algo tiene por cierto de filósofo, y José María Álvarez se muestra en estas entrevistas especialmente cortés.

Termino. Lean este libro; de los más de ochenta y siete mil títulos que se publican en España al año, este es uno de los necesarios, se lo aseguro, encontraran también algo de su propio dolor, aquello que nos concierne, algo de la belleza del saber que todos necesitamos. Gracias.

Nunca dispondremos de píldoras de la felicidad (2016).
Existen locos que no lo parecen (2018).
Es más humano hablar de locura que de enfermedad mental (2019).
Pedro Brun

Le agradezco al Ateneo de Palencia haberme invitado a participar en la presentación de este compendio de entrevistas a José María Álvarez, persona y profesional al que admiro por varias cualidades que en este mismo libro se muestran y que hacen especialmente interesante su lectura.

Este texto está repleto de sensateces, algunas tales como dibujar la felicidad en forma de asíntota.

Esta geometría convierte las promesas de la psicofarmacología para resolver cada dolor humano en imposibles por definición pero es también la sensatez de quien se ocupa a diario de los sufrimientos personales la que invita a no seguir el extremo contrario de usurpar la utilidad del fármaco. Con esta misma cordura, José María, explica por qué son tratadas las supuestas enfermedades mentales por los psiquiatras y no por los neurólogos de manera tan sencilla que la respuesta les va a recordar al acertijo de “oro parece y plátano es”. Encontrarán, en sus réplicas, prudencia, facultad íntimamente unida a su experiencia clínica trabajando en la sanidad pública. Un ejemplo es la cautela con la que toma el diagnostico de psicosis ordinaria que, sin el debido argumento semiológico, se puede desvancer desde sus fundamentos. Prudencia es considerar el entusiasmo de los clínicos para explicar los movimientos de la frontera entre la locura y la cordura en la psicopatología psicoanalítica. Este campo de investigación si está movido por las modas se convierte en frenesí, una exaltación que se templa partiendo de la clínica diaria y de las preguntas que surgen tomando una perspectiva histórica, epistemológica y psicopatológica.

Por supuesto, hallarán en estas conversaciones, erudición, de tantas formas. A veces nos ilustra con sus conocimientos de historia de la subjetividad, subrayando la sorpresa que un romano clásico se llevaría si supiera cómo en el siglo veintiuno nos relacionamos con la tristeza o describiendo la lógica “bisex” de los encuentros amorosos actuales. Otras veces, su sabiduría se distingue por la sencillez de sus explicaciones para tratar asuntos entrincados, por ejemplo: al hablar de “estas depresiones de andar por casa” distingue la melancolía de otras distimias neuróticas o al organizar la práxis clínica con preguntas tan “sencillas y profundas” que puede hacer creer a algún despistado que son de primero de periodismo y no de especialistas. La experiencia clínica se hace presente continuamente en el texto con enunciados como: “tener muchas cosas para ser felices y descubrir que cuanto más tenemos más en falta estamos" y es que es de sabios recordar lo fundamental, pero ya es el no va más recurrir a la curiosidad y a la sorpresa como continuo en el aprendizaje del tratamiento del alma.

En las respuestas que presenta en esta serie de encuentros también descubrirán varias reservas: una, la precaución ante la “psicologización” de las desgracias humanas como por ejemplo la del duelo, una aflicción tan esencial del ser que hasta al mismo Freud le rechinaba el pensar en su posible tratamiento; otra la desconfianza ante la medicalización “abusiva y perniciosa” del sufrimiento, tan unida a la invención de las enfermedades mentales que se sorprenderán de cómo el mercadeo, los poderes económicos y los líderes de opinión han influido en las consultas de salud mental y en el saber popular. También hay lugar para la crítica, a la salud mental desde la salud mental, a las terapias de vagos consejos y “tira pa´lante”, a la receta rápida del médico o a la función de amortiguación de “el ruido social” que adquieren los profesionales. Frente a esto, en las conversaciones, descubrirán lo que un grupo de amigos interesados por la terapéutica, la locura o el psicoanálisis y que trabajan en “la pública” pueden llegar a movilizar. Porque el “ruido” emana también desde los profesionales disconformes con la formación recibida o la función asignada y de los pacientes que no encuentran sostén ni escucha de quien se supone deben proporcionarla.

Por último, en la vanguardia de estas reflexiones encontrarán valentía y humanidad. “El loco es una persona como nosotros”, recuerda José María, y su sufrimiento habla de la misma condición humana, de “su patetismo” pero también de su superación. Es muy instructiva la alegoría que utiliza entre los naipes y la vida misma, cuentan “las cartas que hemos recibido” pero también “cómo las utilizamos”. Las del loco no suelen ser las mejores pero los neuróticos pueden complicarse la jugada si, por ejemplo, utilizan la insatisfacción como un vicio y no como “la sal de la vida”. El coraje nace de un lugar donde las palabras y la presencia de otro son los más potentes instrumentos para ayudar a quien sufre del alma. Este otro puede guiar pero sin paternalismos, puede sostener pero sin falsa compasión y el coraje vendrá de ambos lados: del paciente porque tendrá que conquistar un saber sobre sí mismo, algo que es liberador pero que por el hecho de ser un camino propio es solitario y lleva tiempo. Por parte del terapeuta, la valentía se demuestra en la complicación que supone tratar con la aflicción humana sin más recursos que lo que uno sepa escuchar, decir y presenciar. Se sorprenderán al leer en la entrevista la manera en que se puede vivificar a un melancólico, es verdaderamente comprometida, cómo otras situaciones clínicas también complicadas que exigen, en palabras del preguntado, “años de aprendizaje, de supervisión, de magisterio y buena orientación clínica”. No sé si recomendar el libro o prescribirlo.

El psicoanálisis ayuda a inventarse (2017).
La invención de las enfermedades mentales (2008).
La vida sin enloquecer (2017).
Juan Conde

Resumir y sintetizar a J. Mª Álvarez nunca es fácil porque parece que tiene una gran  simplicidad en su escritura pero nada más lejos de la realidad. Cuando repaso sus textos y sus libros me encuentro con la satisfacción de pensar y repensar en todas sus citas y palabras, temas más profundos de lo que me esperaba en un principio.

Lo que más me gusta de este capítulo del Psicoanálisis ayuda a inventarse, son las ideas potentes que contiene, por ejemplo, resalta  la idea imperante actual de que uno es empresario de uno mismo, y no podría estar más de acuerdo con José María, de que el eslogan actual de hazlo todo por ti mismo, (como si la vida de una persona pudiese resumirse en un video tutorías de Youtube o algo parecido), conlleva la idea de que tenemos que reinventarnos cada día para estar actualizados, porque como dice el profesor Álvarez, esa es la paradoja que vive el ser humano, el hecho de nacer sabiendo que cada paso nos acerca más a la tumba, y aquí es donde entra en juego la gran herramienta que es el psicoanálisis .

En su dilatada experiencia como psicopatólogo descubre la sorprendente relación entre el lenguaje y la esquizofrenia, entre las actuales xenopatias, es decir, en como experimentamos nuestros pensamientos como ajenos, tal vez porque la sociedad actual de consumo desmedido, nos impone  esta absurda idea de felicidad, que se ve truncada muchas veces o malograda y nos genera una culpa y una incapacidad para sentirnos satisfechos.

Como ya dijo Freud en su día los autorreproches y los remordimientos son  la tónica habitual en el ser humano, la única diferencia es que hoy se ve de forma más llamativa en los casos de depresión, en su melancolía y en los casos de  neurosis obsesivas. Esa idea que solemos tener de que el tiempo no nos da de sí, que no hay tiempo para gastar ni para malgastar, sólo para inversiones que nos den un rendimiento.

José María con acierto señala su lucha personal desde las sombras, hacia la psicopatología imperante de libro, de manual viejo y oxidado, a diferencia quizás de sus compañeros que se ven presionados por la industria masiva farmacológica, que prescribe  recetas de drogas cada vez más caras.

De forma ingeniosa el doctor Álvarez rebaja todo este problema, esta densidad a la hora de desritualizar  la vida, de no estereotiparla, de tratar cada caso como único, con sus idiosincrasias, porque es la mejor vía o la mejor opción,  quitarnos  los grilletes de la salud mental, de esas etiquetas de que alguien está loco, o loco de remate, sin lastrar el futuro de la persona es de vital importancia.

No se trata de generar partes laborales, se trata de evitar el determinismo fatal,  tratar no solo de buscar la salud mental, sino buenos ciudadanos, que elegantemente busca nuestro autor desde su pequeña burbuja del Hospital Universitario Rio Hortega de Valladolid, realizando así una guerra como dice él desde dentro, quizás sin ser tan llamativa, ni tan alocada, nunca mejor dicho, pero si más  eficaz  al fin y al cabo y con mejores resultados, porque sus pacientes mejoran y llevan una vida más equilibrada.

En el capítulo de la Invención de las enfermedades mentales, se observa una reseña de un psiquiatra madrileño que dice que con su libro José María ha dado en el clavo y solo puedo decir  que no me extraña, porque ataca a la orientación hegemónica del día de hoy en la psicopatología que se refugia en un manual lleno de definiciones pero que carece de significado, convirtiendo el archiconocido DSM en una caricatura, que realmente es muy grandilocuente  pero que en el fondo esta hueco. Estoy totalmente de acuerdo con el autor en que esta psiquiatría tan de moda que es positivista solo lleva a plantearse una locura clásica desde el paradigma de las enfermedades mentales actuales, pero coincido que es mucho más gratificante poner la mirada en otros autores como  Clérembault y no resignarnos, porque como nos demuestra la experiencia los locos razonantes  no atienden a  entelequias.

La titánica tarea de José María es enfrentarse a como bien dice Andreasen a lo que llamamos esquizofrenia que en realidad no sabemos lo que es. Me gusta  la brillantez de analizar en profundidad el caso de Paul Schreber donde observamos las maniobras subjetivas en la psicosis, tratando de equilibrarse  este famoso y ya clásico personaje. Como diría Freud el delirio como fuente estabilizadora en algunos pacientes o sujetos fue todo un hallazgo, y una conmoción para la psiquiatría moderna, como le diría en una carta a Jung.

En el tercer capítulo La vida sin enloquecer, José María nos habla de la neurosis como una defensa que desarrollan algunas persona para vivir la vida sin enloquecer, trabaja con ello a diario en el Hospital Rio Hortega y nos transmite los detalles de esta lucha.

El doctor Álvarez destaca 3 características de esta neurosis, que son: que es un rasgo que se gesta en la infancia, que afecta a todo el conjunto de la vida del sujeto y por último que se diferencia de la locura como tal, o lo que llamamos comúnmente psicosis o sujeto psicótico.

Este tipo de sujetos tiene la particularidad de que tienen una vida llena de culpa que no pueden resarcir, con deseos imposibles debidos a sus relaciones personales insatisfechas, o por cobardía a cumplir sus seños y metas más profundos, que al final desemboca en malas decisiones de forma recurrente. Un tema digno de analizar y de tan de rabiosa actualidad.

Todo lo que hablamos cuando enseñamos es autobiográfico (2011).
Suso Pol

Dentro de esta cata de la cosecha del pensamiento de José María Álvarez, Álvaro y yo abrimos un reserva del 2011. En una primera parte, la que yo les presento, se le pregunta al estudioso de la psicopatología, apasionado por la historia. Es esta una degustación apta para acompañar con música suave y un sofá lo suficientemente cómodo para que pueda fluir esa pasión por la historia de la psicopatología y los clásicos, que el autor no se cansa de transmitir. A nada que el juego de las preguntas se lo permite, y tras unos pequeños destellos de su historia y alguna que otra coordenada, el autor descorcha la botella. Comienzan las citas, las referencias a las obras de los alienistas (sobre todo al período que comprende el s.XIX y las primeras décadas del XX), al  trabajo de estos, a sus finas y detalladas descripciones fruto de la cercanía con el enfermo, de su contacto en el día a día, a pie de obra, como le gusta decir. Uno podría quedarse fascinado con ese saber enciclopédico pero eso es solo el principio, la base sobre la que poco a poco y con el rigor que lo caracteriza se van incorporando los argumentos que sostienen la construcción de una psicología patológica que haga frente al actual “triunfo de la patología de lo psíquico, el positivismo y los ideales naturalistas de las enfermedades mentales”. A lo largo de la entrevista se van subrayando las principales consecuencias del triunfo de esa mirada médica, que separa la locura de la razón para levantar el edificio de las enfermedades mentales sobre un cientificismo que deja de lado el dialogo con el loco, para pasar a un interrogatorio que confirme el diagnóstico tipificado por el breviario del DSM de turno. El autor nos advierte del paulatino empobrecimiento de la psicopatología que sigue esos principios.  Y señala las consecuencias que ello tiene para el sujeto que, desbordado por su malestar, acude en busca de ayuda, y queda atrapado por un diagnóstico que nada dice de la singularidad de su sufrimiento. La proliferación de trastornos que conlleva este paradigma es un buena estrategia comercial que cercena la responsabilidad subjetiva, dejando al sujeto desposeído de su mejor arma contra el sufrimiento, convirtiendo así al hombre contemporáneo en un ser cada vez más débil y dependiente. Según el autor, “en estas circunstancias, nuestro compromiso con el Psicoanálisis, con la clínica strictu sensu, es el arma más eficaz”.  Por ello se hace necesario profundizar en el estudio de la psicopatología. Ella es el material principal que forma los cimientos sobre los que se asienta la clínica, y sin los clásicos, sin esa “enseñanza directa de cómo se manifiesta el pathos”  que contienen sus textos, el material no tendría la suficiente consistencia como para sostener el edificio. La riqueza del vocabulario que encontramos en sus descripciones, ese tesoro en forma de semiología clínica, permite la solidez, necesaria, pero no suficiente si la asentamos en el terreno equivocado. La psicopatología clásica necesita de la iluminación de la interpretación psicoanalítica para permitir que el edificio se levante con las mejores garantías. Cito de nuevo a falta de palabras mejores: “El psicoanálisis surge en las grietas del edificio del saber psiquiátrico, en sus insuficiencias teóricas, en lo que se desdibuja de sus observaciones y en lo que la mirada médica no puede enfocar. Ese territorio oscuro y confuso es el que ilumina el Psicoanálisis, al aportarle una consistencia teórica y explicativa”.  Los grandes psicopatólogos llegaron a intuir el papel del lenguaje en las alucinaciones, pero se quedaron ahí, reduciendo al lenguaje a una simple manifestación del desorden. Será S. Freud quien nos muestre como los síntomas están conformados de acuerdo con las leyes del lenguaje, abriendo un campo que Lacan aprovechará como nadie para desarrollar una teoría que explique las descripciones de sus compatriotas.  Sobre la figura del alucinado y la xenopatía gravitará su teoría, según la cual el lenguaje constituye la esencia de la condición humana. Con esta lámpara, y paso a paso, el instrumento conceptual se afina. Una psicopatología iluminada por el psicoanálisis, puede deslizarse sobre la semiología clínica extraída de los clásicos para adentrarse en la subjetividad y devolver la responsabilidad al sujeto. Con esta teoría que amplifica la escucha y la observación, podemos retomar el diálogo con el loco para seguir fortificando un armazón teórico que nos permita encarar los cambios en la subjetividad propios de nuestra época y dar el trato y el tratamiento que cada sujeto, desde su singularidad, necesita.

Este es el mi particular viaje por esta primera parte de esta entrevista que les invito a leer detenidamente para que cada uno pueda hacer el suyo y recibir el efecto que con ella se transmite.

Álvaro Valle

¿Qué puedo decir sobre este texto? Pues qué nos encontramos ante una lección magistral. “Todo lo que hablamos cuando enseñamos es autobiográfico” es, en mi opinión, un ejemplo excepcional de síntesis. Con elegancia y rigurosidad se van subrayando todos los temas que solemos encontrar en otros escritos de José María Álvarez: la pasión por la transmisión de un saber ganado con años de esfuerzo y dedicación, la búsqueda de un sentido epistemológico para la psicopatología actual a partir de su recorrido histórico, el optimismo y la esperanza frente al oscurantismo cientificista que impera en nuestros días, el esfuerzo monumental que implica el volver asequibles las conceptualizaciones más complejas de la teoría psicoanalítica, y la reivindicación del lugar que le corresponde a la Sanidad Pública y al Psicoanálisis al lado del sufriente contemporáneo.

No pretendo resumir o exponer mucho del contenido de esta entrevista. No podría hacerlo mejor que lo que en ella se expresa José María, con esa sencillez y franqueza que le caracteriza, y quién desde hace ya bastantes años nos ha facilitado a toda una generación de jóvenes profesionales el iniciar nuestro propio recorrido por el intrincado camino del Psicoanálisis y la Psicopatología.

El lector interesado se encontrará aquí con un testimonio personal sobre su propio acercamiento a los círculos psicoanalíticos, con comentarios sobre sus autores de referencia favoritos, con múltiples y útiles recomendaciones bibliográficas, y con un recorrido crítico sobre algunos de los principales conceptos teóricos a tener en cuenta por parte de todo clínico interesado en escuchar realmente el decir del paciente: tenemos así comentarios sobre los dos grandes modelos de Lacan, el de las estructuras clínicas y el de la clínica de los nudos;  sobre las relaciones entre la enseñanza de Lacan y la psicopatología clásica en el contexto de la experiencia psicótica; sobre el papel central de la certeza, del trabajo delirante, de la responsabilidad subjetiva y del mecanismo de la forclusión en la psicosis; sobre la concepción de los polos de la psicosis y sus diferencias con la ideología de las enfermedades mentales y con el concepto clásico de psicosis unitaria; y sobre el papel del clínico en relación al quehacer autoterapéutico de la locura.

Y finalmente, encontrará en esta entrevista sobre todo a una persona, más que a un autor, a un catedrático o a un conferencista, a una persona que intenta compartirnos algo de esa pasión, de esa lucha y de ese saber que le ha costado tanto obtener, y que aquí nos permite atisbar una parte de su historia. Una historia que, ya depende de cada uno, quizá podrá servir para inspirarnos a cada uno en nuestros propios caminos y en nuestras propias historias. Gracias.

La clínica y el psicoanálisis. Breve balance de tres décadas de dedicación a la clínica y la docencia (2020). Entrevista del psicoanalista Kepa Matilla para la Revista Análisis.
Virginia González Diez

En 1981 Gabriel García Márquez lleva un promedio de doce años concediendo una entrevista mensual cuando deja a sus lectores esta perla sobre cómo hacer una entrevista: “las entrevistas son como el amor: se necesitan por lo menos dos personas para hacerlas, y sólo salen bien si esas dos personas se quieren. De lo contrario, el resultado será un sartal de preguntas y respuestas de las cuales puede salir un hijo en el peor de los casos, pero jamás saldrá un buen recuerdo.»[1]

Este 2020, el psicoanalista Kepa Matilla entrevista a José María Álvarez bajo el tema “La clínica y el psicoanálisis. Breve balance de tres décadas de dedicación a la clínica y la docencia”. Entre ambos se mantiene una conversación que da cuenta de las palabras de García Márquez con la admiración que Kepa muestra por su maestro en la agudeza de sus preguntas. El resultado es una singular entrevista que nos presenta a un clínico partidario de la sencillez. José María no sólo se ciñe a la evolución de su práctica después de tres décadas de dedicación a la clínica y la docencia, sino que nos acerca generosamente a su lado más humano permitiéndonos escuchar lo que más vale en una entrevista, los latidos de su corazón. Con la onomatopeya de los latidos thump thump nos confía lo siguiente “A mí me curó el psicoanálisis; me dejó hecho un pincel, lleno de vida y confianza”. Confidencia autobiográfica, más bien confesional, que en lo profesional le ha llevado no solo a la práctica clínica, sino a escribir, a dar conferencias, viajar por jornadas y congresos, dirigir tesis doctorales y alentar con su deseo a los residentes MIR y PIR que forma en el Hospital Río Hortega de Valladolid.

Esta entrevista a lo Márquez sin duda es un buen recuerdo también de la admiración de José María por los especialistas que nos hemos sumergido en su enseñanza. De ahí la dedicatoria del libro a uno de sus alumnos: “Al Dr. Javier Carreño, arte del ingenio”.

Que José María posee una vocación didáctica se nota en toda la conversación dejando al descubierto la columna vertebral de su ejercicio profesional, las relaciones entre clínica y psicoanálisis, la formación de nuevos especialistas y su reflexión sobre cómo ve el futuro de la psiquiatría en los próximos años. Aquí no hay afirmaciones gratuitas, sino que sus conclusiones son fruto de su dilatada experiencia profesional, reflejada también en sus más de noventa publicaciones y varios libros. En lo que llevamos de año ha publicado el libro que hoy presentamos y otro titulado “Principios de una psicoterapia de la psicosis” (Barcelona, Xoroi, 2020). Gracias a su enseñanza los especialistas disponemos de una brújula para “reconquistar el terreno ganado por la ideología del cientificismo y el consecutivo aplastamiento del sujeto, al que tenemos que rescatar y revitalizar”.[2]

Esto se refleja a lo largo de todo el breve balance de tres décadas de dedicación a la clínica y la docencia, donde el lector es partícipe de buenos consejos que conforman broches de amor para los presentes y futuros especialistas. La formación es un duro camino en el que nos encontramos con grandes alegrías y a veces también con frustraciones por la dificultad del camino. No obstante, cuando José María nos enseña como hoy en la supervisión de casos clínicos del hospital que ”lo que NO tenemos que olvidar es que tratamos con personas que están sufriendo”, se hace evidente que todo el esfuerzo y tiempo invertidos en formación clínica y en análisis merecen la pena.

Quiero finalizar con otra perla de Gabo sobre las entrevistas, dice que “al cabo de tantos años de frustraciones, uno sigue esperando en el fondo de su alma que llegue por fin el entrevistador de su vida. Siempre como en el amor”. Esta estupenda entrevista realizada a José María Álvarez por Kepa Matilla da cuenta de esto transformándose en una conversación íntima entre dos amigos. Ambos nos dan un baño de humildad, y buenos consejos para aplicar tanto en la clínica como en el amor y en la vida en general. Aquí les dejo uno para animarles a leer la entrevista completa en el libro “Las heridas del alma. Conversaciones con un psicoanalista” (Palencia, Dolto, 2020) que presentamos hoy en el Ateneo de Palencia. Dice así “si proponemos ideas y explicaciones, no las impongamos; al contrario, argumentémoslas y seamos generosos escuchando a los que piensan distinto”[3]

Añadiré por último, que esta conversación que se lee con tanto agrado también será publicada en el número 35 de una revista a la que les animo a suscribirse, se llama Análisis, revista de Psicoanálisis y Cultura de Castilla y León.

[1] https://elpais.com/diario/1981/07/15/opinion/363996011_850215.html

[2] ÁLVAREZ, J.M.: Principios de una psicoterapia de la psicosis. Barcelona, Xoroi, 2020. Pág. 173.

[3] ÁLVAREZ, J.M.: Principios de una psicoterapia de la psicosis. Barcelona, Xoroi, 2020. Pág. 173.

 Podéis ver el vídeo de la actividad en este enlace: