«¿Qué le debo al psicoanálisis? Haber aprendido a saber perder. ¿Qué es la vida para el que no sabe perder? Pero saber perder es siempre no identificarse con lo perdido. Saber perder sin estar derrotado. Le debo al psicoanálisis entender la vida como un desafío en el que uno no puede sentirse víctima; en definitiva, el psicoanálisis me ha enseñado que uno debe entregarse durante toda una vida a una tarea imposible: aceptar las consecuencias imprevisibles de lo que uno elige». Estas sabias palabras de mi colega y compañero Jorge Alemán, escritor y psicoanalista, vienen muy bien a la hora de despedir un año, al darnos cuenta de que perdemos un año que vivimos intensamente.
 
Perdemos 2016, un año convulso. Inolvidable para muchos, entre los que me encuentro. Perdemos un tiempo que ya no volverá, y quienes somos nostálgicos cero, no nos regodeamos en los recuerdos de estos doce meses, porque no identificarse con lo perdido es eso, no quedarse en el tiempo pasado, no vivir abrumados por la derrota del tiempo que siempre acaba venciendo, sino acometer esa tarea imposible de la que habla Jorge Alemán: mirar hacia delante para seguir eligiendo, y aceptar las consecuencias de cada una de nuestras elecciones.
 
Pero una pregunta no pasa desapercibida: ¿qué es la vida para el que no sabe perder? Doy mi opinión, que no sé si será la del lector. Pues el que no sabe perder, nunca felicitará al ganador; el que no sabe perder, se quedará anclado en el tiempo atrás, en su pasado, negándose a reconocer que la vida puede entenderse mirando hacia atrás pero se vive hacia delante; el que no sabe perder, navega en el enfrentamiento constante con los otros con quienes rivaliza eternamente; el que no sabe perder, lo quiere todo, y acumula todo, pero no disfruta de nada porque lo suyo es acaparar contra otro, no compartir con otros; el que no sabe perder, entrega su vida inútilmente a una sucesión de conquistas de objetos y luego a que no se pierdan o los disfrute otro; el que no sabe perder, no sabe que está perdido de antemano.
 
Y saber perder sin estar derrotado significa que actuar de víctima o andar la senda sacrificial será gozosamente melancólico, pero es señal de una ingente cobardía, el anverso de la actitud valiente de quien acepta que a diario puede aprender a fracasar de la buena manera. Con todo, lo peor siempre será retroceder frente al deseo
 

Fernando Martín Aduriz

Columna original publicada en la edición papel de Diario Palentino