SEDE DEL ATENEO DE PALENCIA
30 DE OCTUBRE A LAS 20:30 HORAS.
Por Enrique Gómez Crespo

De noche, en una de las primeras noches del otoño tras el cambio de hora recién estrenado, con el ábside de la catedral a la espalda y el reflejo de Ricardo Becerro de Bengoa en el cristal; a las ocho y media en punto de la tarde, presentamos el último libro de un gran poeta palentino, Marcelino García Velasco. Su título breve “CALLE MAYOR”.  En la mesa acompañándole, Ángela González Delgado, directora de la sección de literatura del Ateneo, y Carmen Casado Linarejos, miembro de esta sección, catedrática de literatura y sobre todo, una gran conocedora de la obra del poeta. En la sala, enfrente, cuarenta personas, entre amigos, conocidos o simplemente saludados, como decía Plá, deseosos de ver y oír al poeta. No resultaba difícil. Tiene 82 años, pero su presencia impone, por su gesto severo y su mirada, igual que por su palabra y su voz, grave, sonora y profunda. Voz radiofónica, voz de poeta que se ha puesto a recordar y a escribir, en este caso sobre su, y también nuestra, querida calle Mayor. Tejido de ciudad hecho palabra. Y cuando un poeta como Marcelino García Velasco, se decide con la prosa, los resultados suelen ser muy interesantes.

Carmen Casado, experta y amiga, elogió, como no podía ser de otra manera, al autor y destacó toda su obra, ¡trece libros (creo) y todos premiados!.  Seleccionó lo mejor, los “puntos fuertes” de este último sobre la Calle Mayor palentina. Porque este libro de 123 páginas, que ha sido publicado este año por la Institución Tello Téllez de Meneses, posee muchas virtudes. Es de lectura amable y entretenida, incluso en algunos momentos muy divertida. Marcelino posee además una gran memoria, de estilo memorialístico lo denominó Carmen Casado,  y selecciona además las anécdotas más jugosas; convierte así a nuestra querida calle portalada, en una suerte de Calle de las Maravillas. A uno le hubiera gustado estar allí en aquellos momentos, compartiéndolos con ellos, con sus amigos Rafael Oliva, Juan José Cuadros y José María Fernandez Nieto. Los cuatro magníficos de la Calle mayor, “los cuatro golfos”, dijo él. Maravillosos golfos opino yo. Poetas, pintores y amigos, personajes que se vuelven entrañables, como el propio Marcelino y el libro.

La sede bien iluminada y las anécdotas y las risas volando por ahí. También la belleza de las palabras y de los gestos. Su noviazgo con su esposa Carmen y el apoyo de José María Fernandez Nieto, poeta enorme y amigo de idéntica talla, la hilarante negativa del torero Marcos de Celis a ser pintado por un pintor llamado Picasso, los obispos de aquellos años, al parecer amigos de lo ajeno, el inteligente Santiago Amón, que se sabía de memoria la “Vida de Don Quijote y Sancho” de Unamuno, memoria fotográfica al parecer, el gran Ricardo Cesteros, pintor y trasegador de cigales, querido y respetado en la ciudad o la hoz y el martillo pintados en el Cristo de la iglesia de Santa Rosa de Lima de Venta de Baños. Y tantas historias y tantos otros que se citan en este libro necesario: Rafael Sánchez Ferlosio, Gloria Fuertes, Carlos Gardel y Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Blas de Otero. Marcelino García Velasco ha sido y es poeta palentino, pero no se quedó mirando fijamente al Cristo del Otero, sino que tuvo relación con los mejores poetas de su tiempo, de aquí y de allí. Es local y universal.

Así hemos comenzado esto que hemos denominado “CICLO POETAS PALENTINOS, de la mejor manera. Y aunque parezca una mirada al pasado, no es una mirada nostálgica, lo somos muy poco en este Ateneo, “la nostalgia es un burdo pasatiempo” dijo Luis Alberto de Cuenca y nosotros estamos de acuerdo. Concebimos este ciclo más bien como un encuentro con lo mejor de nuestra poesía, que ha sido mucho, también una suerte de homenaje o de reconocimiento a todos aquellos que antes que nosotros, apostaron por la cultura como bien colectivo (Rocamador, Astrolabio, etc), aquellos hombres y mujeres, que como dice  Marcelino García Velasco, me baso en su palabras, supieron trazar caminos y vieron la belleza de las cosas que bullía ante sus ojos transformando esa belleza en otra belleza distinta.

Habrá más encuentros.