[vc_row][vc_column][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/4″][vc_single_image image=»197″ style=»vc_box_rounded»][/vc_column][vc_column width=»3/4″][vc_custom_heading text=»Columna de opinión del ateneísta Asier Aparicio Fernández» font_container=»tag:h2|font_size:16pt|text_align:center» google_fonts=»font_family:PT%20Serif%3Aregular%2Citalic%2C700%2C700italic|font_style:700%20bold%20italic%3A700%3Aitalic»][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Normalmente, cuando estamos soñando y algo interrumpe nuestro sueño, la historia de ese sueño queda inconclusa. No importa demasiado si se trata de una pesadilla, más bien resulta consolador. Pero si el fluir de nuestras imágenes nos mece con dulzura, si la evasión de nuestro cerebro comienza a complacernos con su ilógica coherencia, sentimos de veras abandonar aquel universo onírico, sabiendo que, a pesar de coger de nuevo el sueño, jamás tornaremos al punto en que cesamos. Sueño perdido, sueño muerto. “Volverán las oscuras golondrinas… pero esas no volverán”, parafraseando a Bécquer.
Por eso es sintomática la recurrencia de un sueño, su inagotable repetición. Se puede decir que cuando esto sucede, se debe a que tras él se esconde un rasgo muy significativo de nosotros, algo constituyente de nuestro carácter y que no podemos desechar. Aflora una y otra vez porque no puede ser de otro modo, porque no se puede ocultar…porque es un aviso esperanzador, una rebeldía humana del ser auténtico, de lo no está sujeto a la cordura. Como le ocurre a Carlos, el protagonista de mi “Árbol nazarí”, con su felicidad, con el amor, con el sentido de su vida. Y como ocurre con nuestro Ateneo palentino, que vivió su primer sueño quebrado (que no olvidado) y ahora retoma el hilo de su tensión.
Que Palencia posee “vida cultural” supone un hecho, no se puede negar. Músicos, pintores, intelectuales, escritores… hacía falta una “cama común”, una almohada donde reposar nuestros quehaceres individuales. Un espacio institucional para la vuelta de esa visión recurrente. Refundar el Ateneo se yergue como la prueba de nuestro sueño no interrumpido,como el signo de que la CULTURA es y será para esta ciudad un núcleo esencial de su carácter.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]