No es frecuente dar con el «amargo don de la belleza», acertar en ese minúsculo centro que tienen todas las dianas, en este caso literarias,  pero Jacob Iglesias, con el poemario «No todas hieren«, lo ha logrado.
 
No es el primer libro de este magnífico poeta palentino, para ser más exactos carrionés. Debutó en 2006 y de la mejor manera, ganando con «Las piedras del río», el II Premio Águila de poesía de Aguilar de Campoó y al parecer era, con una notable diferencia, el mejor poemario de todos los presentados.

 
Después, en el 2012, vino el cuadernillo «Sin ruido ni gloria», título que adelantaba el tema y el tono que preside su poética, la que se observa ya plenamente en este «No todas hieren». En ese mismo año también publicó «Horas de lobo», con el que volvió a ganar, en este caso, el Premio de Poesía Origami.
Pero sin duda con «No todas hieren» Jacob Iglesias ha alcanzado por ahora su cumbre creadora. Nos encontramos ante un libro de 69 páginas y 42 poemas, en una cuidada y elegante edición, con el poco frecuente formato de 18X15, de la editorial vallisoletana La Penúltima editorial. Pero lo medible, lo numérico, incluso la estética del libro, del continente, aun siendo importante, no es, como no podía ser de otra manera,  lo más valioso de este bellísimo libro.
En este poemario parece que todo han sido aciertos, lo que no es nada frecuente. Empezando por su sugerente título, «No todas hieren», que procede de la obra barojiana, «Zalacaín el aventurero», en donde se habla de un reloj de sol en la torre de Urruña, que tiene como lema, como en otros tantos relojes, Vulnerant omnes, ultima necat, que en castellano significa, todas hieren, la última mata. A las horas se refiere el latinajo, pero Jacob lo utiliza, dándole la vuelta, para defender, lo que es la columna vertebral del libro y de su pensamiento poético, quizás también de su filosofía, que aunque la última mata, no todas hieren, revelándose así contra el pesimismo social imperante ante lo que llamamos vivir, con todas sus limitaciones e imposibles. Y ante ellos, quien habla, el yo poético, que escribe en primera y en segunda persona,  que nunca se sabrá si coincide con el autor, o es sólo un personaje, recoge el testigo de los filósofos clásicos, para decirnos, a través de unos sencillos, emocionantes y sabios versos, que ante la vida, ante lo cotidiano, ante el enigma de la existencia y el dolor, no queda más remedio que consentir, lo que no significa resignarse sin deseo. Cómo se dice en la solapa, «los poemas son estampas de la vida interior de un hombre cualquiera, consciente en que cada día confunde entre sus horas entusiasmo y aburrimiento, hallazgos y decepciones. Esta es una epopeya pero sin héroes», porque hay algo de heroico en la vida normal de los hombres normales, esos que según palabras de Jorge Riechman, han aprendido a fracasar mejor o, cómo defiende Jorge Alemán, saben perder de la buena manera.
opi            «No todas hieren», supone un encuentro, un buen encuentro, salvando las etiquetas, con la mejor poesía, con una poesía casi de la serenidad, del silencio, de la humildad, me atrevería a defender que es una poesía ontológica, del ser y sus circunstancias, del hombre en su difícil tarea de existir, en definitiva, una poesía intemporal que no necesita ser postpoesía, ni albergar lenguajes de otras ciencias, ni seguir a Deleuze, para emocionar, para emocionarnos de verdad.
Jacob Iglesias ha escrito un libro de altura y muy hermoso que merece la pena ser leído. Sus palabras  permanecen resonando en nuestro cuerpo como las notas de una hermosa melodía siguen flotando en el aire cuando los instrumentos ya se han callado. No lo olviden, este poeta palentino, carrionés para ser más exactos, dará mucho que hablar en los próximos años. Y cómo prueba un botón, tres «simples» versos de uno de sus mejores poemas, Malentendido:
 
No existe aquello que ambicionabas.
Sólo es cierta el ansia nunca apaciguada
de buscarlo y rozarlo y jamás poseerlo
¡Bravo!
Enrique Gómez Crespo
Director Sección de Literatura del Ateneo de Palencia.
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