El Auditorio Castilla fue ayer el escenario para la presentación en Palencia de la última novela de Martin Garzo. El autor acompañado del Presidente del Ateneo de Palencia, Fernando Martin Aduriz y de la filósofa y fotógrafa M, Jesús Prieto, desgranaron las emociones y los ejes fundamentales de una obra de la que M. Garzo,Premio Nadal, que el pasado año ya presentó en Palencia su anterior obra, ‘No hay amor en la muerte’, ha subrayado que a menudo la misión del narrador es «aceptar el desafío de adentrarse a una serie de espacios ocultos que interrogan a las personas.

Concebida como una fábula – que forma parte del ADN narrativo de su autor- ‘La ofrenda’ es la nueva novela de Gustavo Martín Garzo. El escritor lo deja claro en una declaración de intenciones: «Habla de nuestro cuerpo. No sólo del cuerpo visible, sino también del más escondido y secreto, el cuerpo con que habitamos los sueños, el cuerpo del amor y de los deseos más insensatos. Habla de ese reino oculto que se abre en el espacio lleno de peligros de la sexualidad». El autor de ‘Las historias de Marta y Fernando’ o ‘La princesa manca’ confiesa que su nueva incursión narrativa nació de una antigua película, ‘La mujer y el monstruo’ de Jack Arnold. Versión del mito de ‘la bella y la bestia’, formó parte de la educación visual de Martín Garzo en su infancia.
Os facilitamos los textos de las intervenciones.
Maria Jesús Prieto : La ofrenda de Gustavo M. Garzo
La ofrenda de Gustavo Martín Garzo, contiene por igual el pacto sellado con la divinidad que ilumina y ordena el mundo propio, cuando la juventud carece de habilidades para ello, como el agradecimiento por el amparo recibido, cuando la vejez contempla la obra casi concluida. La ofrenda procura, como esclarece la antropóloga Mary Douglas, el movimiento creador de la unidad de experiencia.
En esta novela, emancipada casi al nacer de la vieja película “La mujer y el monstruo”, asistimos a la espinosa edificación de la madurez de Patricia, una jovecísima enfermera que acepta un jugoso contrato de trabajo para cuidar de una peculiar anciana, en una isla volcánica, al sur de Madagascar. Poco importa que la decisión sea potenciada por el fin de una relación insana. Hacerse mayor no es fácil. –La juventud vive de la esperanza- dice Rose, la dueña de la hacienda. Ajustar la esperanza juvenil a la realidad requiere su tempo. Y valor guerrero, si se carece de un rico sedimento de autoestima y amor que mitigue el miedo y el temblor a lo desconocido.
El tortuoso camino de crecimiento de la protagonista busca, como todo ser humano, las claves que den sentido a la vida. Indaga en la infancia, en la falta de amor materno, en la sexualidad, la libertad y la culpa por disfrutar y amar los cuerpos. En los mandatos religiosos. En definitiva, en la alegría y el dolor de la vida. Este camino teje el tapiz existencial que dibuja su lugar en el mundo, donde la felicidad, como escribe John Berger, perfora la aflicción.
Patricia se hace mayor, mientras descubre y ordena la expresión de dos mundos que serán uno solo. Y es bello. Nos lleva de su mano a través de los deseos –¡qué poco sabemos de ellos!-, la belleza, –sin dueño-, el amor regalado, el poder transformador de las mujeres, el sexo, –la naturaleza es una cópula constante-, la pureza, el valor de la vida, –no deberíamos mancillar la vida con nuestra tristeza-, la soledad, la vejez, la muerte… mientras se despierta en ella, o quizá nunca estuvo dormido, el don especial de la contemplación, de la escucha de lo otro, lo desconocido, lo misterioso, el don de la comunión con la naturaleza, con la vida en su completa y total expresión. Y en ella habita un ser antiguo, inocente, de esencia pura, oculto para el resto de la humanidad, que Patricia, y antes Rose, es capaz de escuchar, comprender y custodiar casi en su expresión sagrada. El mandato moral del cuidado convertido en sacerdocio: preservar, cuidar, amar.
Pero hay algo más en esta novela que transciende a las protagonistas convirtiéndola en un relato necesario. La obra de la imaginación es como una tela de araña, dice Virginia Woolf. Está atada a la realidad, leve, muy levemente quizá, pero está atada a ella por las cuatro puntas. Por eso, el diario de Patricia no es solo el artificio que Gustavo Martín Garzo utiliza para mostrarnos la transformación de la joven, sino que es el prodigio de nuestra propia renovación. Tal y como el agua y su vida penetra e impregna las habitaciones de la hacienda, las reflexiones de Patricia iluminan la memoria, –mirar aquí es distinto a preguntar, es aceptar el mundo como es, es una oración-, remueven los recuerdos, ordenan los actos, lavan y purifican los errores cometidos, y con ello asistimos al propio perdón. Al renacimiento.
El agua es salvífica y regeneradora. La hacienda de Rose es una construcción solitaria al lado de una laguna rodeada de un denso jardín. Recorre su interior un entramado de canales que aunan habitaciones y salones con hilos de mar poblados de otras vidas. Nuestro yo racional, quizá metáfora de la construcción solitaria, recibe igualmente aguas simbólicas de emociones, deseos y sueños que llegan desde desde la infancia, desde la oscuridad. Aceptar y gozar esta unión es amplificar los límites de la finitud humana. La vulnerabilidad de la protagonista, es la nuestra, su transformación también, si nos dejamos enseñar.
Dice el autor, en la nota final, que la narración surge de un cuento, o de una vieja película de monstruos. Su texto cuenta, sí, pero también muerde. Los cuentos no son inocuos. Sin embargo, la ofrenda conjura la adversidad y concede la paz en su lectura, porque el agua habitada hecha verbo, permite la revisión de nuestras elecciones, el perdón diario de cada equivocación.
Este milagro se producirá en quienes se atrevan a leer a Martín Garzo, a la luz de la oscuridad de la memoria.
 
Presentación del libro La ofrenda, de Gustavo Martín Garzo. Fernando M. Adúriz
Palencia, AUDITORIO CASTILLA, 31 de enero de 2018. ATENEO DE PALENCIA. Los ateneístas y sus libros.

“No somos dueños de nuestros deseos,                                                                                                                                   por eso nos perturban. No es cierto que                                                                                                                                nuestro cuerpo nos pertenezca, siempre                                                                                                                                pertenece a otro: a aquel o aquella que                                                                                                                               lo hace despertar”.
Gustavo Martín Garzo


Se non è vero, è ben trovato

           Un autor que gusta a Garzo es Christian Bobin, quien en su Autorretrato afirma que “me hice escritor o más exactamente me dejé hacer escritor para disponer de un tiempo puro, desprovisto de cualquier ocupación seria”. Bueno, narrar historias, contar historias no sé si es serio, pero no podríamos imaginarnos sin nuestros contadores de historias. A veces cuando termino de ver una película me digo, bueno, al menos cuenta una historia, y entonces recuerdo la historia que contó Gustavo en otra presentación de un libro suyo, la historia de ese hombre que atravesó el aeropuerto de Villanubla con su carro una noche de niebla, y que tras ver cómo un avión le mataba al caballo en un accidente en plena pista, recibe de las autoridades un trato de dinero a cambio de silencio, trato que rechaza, pues él, piensa, no va a poder dejar de contar esa historia una y otra vez. Como la historia que no pudo dejar de contar el torero español y Ava Gardner.
La ofrenda es una historia, que si bien puede que no sea verdad, está bien encontrada, sé non è vero, è ben trovato. Por otro lado, una historia que ya es verdad para nuestro imaginario porque los personajes se introducen en nuestras vidas, en nuestros sueños, como si fueran personajes reales, y porque además la trama algo toca de cada uno de nosotros. Como otras novelas de Garzo, hablan del amor, de la muerte, de los desconocidos deseos que nos dividen, de la vida de las mujeres, de sus encuentros con los hombres, de los padres ausentes, de las preguntas que nunca acabamos de respondernos, pero que no dejamos de formularnos mientras leemos buenas novelas.
Como presentar una novela ha de hacerse con el debido respeto a los lectores que aún no la han comenzado o que aún no la han terminado, opto por hacer algún breve excursus que me ha llevado algún enunciado de la obra y también trataré de seguir algunos hilos que he encontrado al leerla.

  1. Primero unas definiciones que aparecen en la novela.

Felicidad, (“buscamos la felicidad pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una”, p. 11.) La idea de encontrar un lugar en el mundo, salir de la errancia, o huir, o ser como esos amantes que cambian mucho de pareja para ser el desconocido del siguiente, se entronca con la idea de una búsqueda, y en eso, la protagonista nos permite identificarnos con ese aliento de buscar, de salir. Y una advertencia muy sabia, los hombres huyen de las mujeres infelices (p. 61).
Soledad, (“Era triste vivir sin amor…no escuchar tu nombre en la oscuridad…comer sola…que nadie te abrazara cuando tenías ganas de llorar”). La idea de una soledad no comunicable, ni deseada, sino impuesta. La pregunta es por quién, quién nos empuja a la soledad, o si forma parte de nuestro ADN, de nuestro ser de números primos, de nuestro desconcierto, de lo perdido que cada uno de nosotros está. La soledad de esta novela está patente en muchos personajes, incluso (o sobre todo) en el de Odradek, nombre de Kafka en su relato de Las preocupaciones de un padre de familia y aquí referido al personaje de la criatura del estanque.
Loco, (“…no son distintos de los demás hombres. Sólo son los viajeros extraviados, los que nunca regresan. Es extraño que nadie se pregunte qué vieron en esos viajes, ni qué los retuvo en las islas a las que llegaron”.)
Lágrima (“habías leído una novela en la que una mujer iba a nadar y, agobiada por sus penas, pensaba que lo hacía en una piscina de lágrimas”). Y también en la novela Garzo cita a Graham Greene: “Todos los cuartos de las mujeres enamoradas están llenos de agua”, lo que podríamos poner en serie para encontrar la definición completa de lágrima uniéndolo a secreto, y a Yourcenar, quien escribió que la memoria de las mujeres está llena de cajones secretos.

  1. Las lágrimas y los ahogados son parte de La ofrenda. La protagonista, una chica muy joven por cierto, vive ahogada, desea ahogarse, tuvo un trauma que le persigue, la muerte de un niño ahogado a quien cuidaba, lo que teje bien la historia, y escribe para desahogarse. Es el recurso al Diario. He recordado algo sobre el uso del Diario en Amiel, que si bien no fue el inventor, es su Diario el diario más reconocido por su esfuerzo en conseguir que el Diario sea “amigo, y esposa, producción de patria y de público”, y que según Amiel en una entrada de 1866 dice que “el individuo que escribe un diario no quiere más que desahogarse”. Conocí a una mujer cuyo insomnio, sin ella haberse percatado, era fruto de un comienzo en una noche en que de niña fue despertada a causa de que su hermano había sido encontrado, se había ahogado en el río Carrión a su paso por Palencia.
  2. Podemos leer esta novela desde la búsqueda de un padre por parte de una niña. Un amigo de juventud incluso lo afirma al comienzo de la novela (p. 17), “tu problema era que siempre andabas a la búsqueda del padre que no habías tenido”. Una de las salidas (falsas) de muchas mujeres, de demasiados hombres y de casi todos los niños para solventar la desorientación, el desasosiego pessoano, la angustia y la incertidumbre, es acudir a la búsqueda de un padre.

Hay una serie sorprendente que Lacan construye en una frase muy estudiada por los psicoanalistas y que aparentemente parece señalar que se busca un padre que no se ha tenido: “El deseo, el hastío, el enclaustramiento, la rebeldía, la oración, la vigilia, el pánico en fin están ahí…”es una serie que hace un llamado al deseo de Otra cosa. En realidad el deseo siempre es deseo de otra cosa, no hay que confundirlo con la Demanda, dado que siempre que pedimos perdemos el deseo, siempre el gran perdedor.
Quiere esto decir que como se patentiza en la novela, el sujeto está fuera de un lugar, es el sujeto del inconsciente. Es decir, es lo señalado como lo ignoto, lo que transporta a la protagonista en la satisfacción de sus deseos más lejos de lo que quisiera en las distintas relaciones que toma.
Entonces no sería la vigilia, la oración, el pánico (hoy tornado en nuestra época bajo el nombre de ataque de pánico) la rebeldía…un llamado a un Padre, sino un llamado a un deseo de Otra cosa, o si se quiere en enunciado de la novela “el deseo siempre tiene que ver con la oscuridad”( p. 46). También “nosotras buscamos otra cosa. ¿Qué? Es lo que me gustaría saber. Probablemente nada especial, solo que nos cuiden y quieran.”

  1. Y por último podemos ver esta novela como un breve tratado acerca de la disimetría de la relación sexual entre hombres y mujeres, o si se quiere, la imposibilidad de escribir la lógica de esa relación entre sexos dispares. Causa de múltiples quebraderos de cabeza para quien, como diría García Márquez, se atreve con los sustos del amor.
  2. 169, estoy de acuerdo con la aseveración, “todos los hombres tienen miedo a las mujeres”, de hecho mientras no vencen ese miedo no pueden acercarse a una mujer, miedo que bebe de muchas fuentes.

“El amor, se dice en la p. 148, no es igual para los hombres que para nosotras. Los hombres siempre están incómodos cuando se enamoran…la mujer que aman los inquieta, porque los fuerza a abandonar esa posición de amos con la que se sientan tan a gusto. La mujer se sabe sin poder por eso se pone a la altura de sus deseos y habita gustosa su propia pobreza”.
También se dice “El cuerpo, de los hombres es distinto. Se vuelve más esplendoroso y pleno con las caricias, pero sigue siendo el que era: un gladiador con una espada. El de las mujeres no es así. Al amar se transforma en otra cosa, algo que no sabemos qué quiere, cuyas formas desconocemos. Es como si en el interior de nosotras hubiera otras que corrieran a esconderse al oírnos gemir. Ellos, los hombres, nunca sabrán nada de esas otras. En el mejor de los casos, se sienten satisfechos de darnos placer, pero no saben cómo es ese placer. No sabe cómo son esas otras que somos. ¿Las has visto?, nos gustaría preguntarles. Pero es inútil hacerlo porque enseguida se han dormido y ya no contestan”, p. 129. Lógica masculina del “tener”, frente a la lógica femenina del “ser”.
Entonces esa distribución diferente de lo que busca un hombre en una mujer y lo que busca una mujer en un hombre, se sostiene como hilo conductor en la novela, hasta el punto de que la serie de las mujeres que protagonizan la serie de mujeres que cuidan de Odradek, podemos verlas enamoradas de un ser, que es metáfora de esa dificultad de la relación sexual. La novela lo expresa así: “Las personas siempre están solas; incluso cuando se aman lo están”. Extraordinaria aseveración que el autor pone en boca de la autora del Diario, de la protagonista española, de Patricia Ayala. Es muy aliviador leerlo en una novela. Remite a que cada quien se encuentra solo con su goce, con su auténtico partenaire, con su propio fantasma de goce, con sus propias fantasías sexuales, que son imprescindibles como hemos de saber si queremos ayudar a quien padece de impotencia, de ausencia de deseo sexual, o de eyaculatio precox, y que finalmente nos desaloja de la creencia en la técnica sexual, tan cara al campo de la sexología. Esta novela enmudece a la pastoral sexológica, ridiculiza al hombre y a su leyenda acerca de su alarde de hazañas amatorias, o a la idea de la tristeza femenina tras lo que los franceses llaman “la petite morte” tras el orgasmo. También al chiste que dice que el encuentro sexual es mejor que la ipsación, porque en el primero “se conoce a más gente”, falso también, se conoce a la misma en ambos casos, en los que cada quien se remite a sus propias fantasías y a su propio modo de goce.
Se demuestra además en la novela en lo que Freud llamaba la condición de goce, es decir lo que resulta esencial para cada uno como rasgo a buscar en el otro para poder satisfacer la fantasía que permite la satisfacción: el modo de elección de pareja remite al elector no al elegido. Ivonne, la última enfermera, la sustituta de Patricia, la continuadora de la saga de mujeres prestas en la historia a sucederse en el cuidado de Odradek, tuvo tres maridos, los tres negros. Ahí estaba su condición de goce, se puede ejemplificar ahí. ¿Por qué ese rasgo como condición de goce? Como esos hombres que sólo pueden encontrar satisfacción en la mujer pobre, o en la mujer sargento, o mujeres que anhelan encontrarse con hombres canallas, o con el hombre deseado por muchas, pues en la novela se da una explicación genial, Ivonne elegía hombres negros, porque “cuando venían a verte era como si trajeran la noche con ellos”.

Nuestra única patria, según la protagonista de Garzo en esta novela, no es lo que decía Rilke, (“la infancia es la auténtica patria del hombre”), sino el cuerpo de los seres que amamos, o dicho en términos de Garzo en otra novela, nuestro cuerpo no nos pertenece, no somos propietarios de nuestro cuerpo, sino que nuestro cuerpo pertenece a aquel o aquella que es capaz de despertarlo. Añadiré: puesto que el cuerpo tiende a dormir.e trata de e ausencia de deseo oral sexolncia  de saber si queremos ayudar a quien padece de importencia, de ausencia de deseo
Por último, quiero decir que una novela tan poética, tan bella, tan bien escrita, con la musicalidad de la que Luisa Lobato habló en un artículo titulado “La mano del escritor y la del músico” (en una Revista dedicada a glosar la obra de Garzo), que atrapa desde la primera línea, que transporta, que hace pasar un buen rato, y que a la vez, como he tratado de mostrar hace pensar hondamente en asuntos que nos competen cada día a todos, sólo puede entenderse a partir del corazón de su autor. En palabras de Magny, en su Carta sobre el poder de la escritura, “Nadie puede escribir si no tiene el corazón puro, es decir, si no se ha desprendido lo suficiente de sí mismo”.
Gracias Gustavo por entregarte a usar del poder de la escritura, para llegar al corazón de nosotros, de tus lectores.