[vc_row][vc_column][vc_custom_heading text=»“De 1876 a 2016: el deseo decidido de fundar”» font_container=»tag:h2|text_align:center»][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/4″][vc_single_image image=»228″ alignment=»center»][/vc_column][vc_column width=»3/4″][vc_column_text]

Conferencia inaugural del Ateneo de Palencia

10 de diciembre de 2016

Fernando Martín Aduriz

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Volver a nacer es una expresión al uso. La referimos cuando salimos de un gran susto, o de un impasse en nuestra vida. Cuando alguien renace, cambia, se transforma, vive las cosas de otro modo, se humaniza, y sobre todo, se sabe mortal. Creo que es la principal razón por la que hoy estamos todos tan emocionados, sabedores de que estamos viviendo un renacer. Es como si el destino nos diera una segunda oportunidad de ser mejores con los nuestros, con nuestra ciudad.
Amanece que no es poco, esa película de culto, tiene un momento memorable: “todos somos contingentes, pero tú eres necesario”, referencia al gran Faulkner, quien divide las aguas entre quienes portan anécdota y quienes son básicos. Me voy a referir a
los aquí presentes, pero también a la memoria de quienes ya no están, y a los palentinos en la diáspora que nos van a seguir desde la web desde ciudades tan dispersas como Baltimore, Aix-En-Provence, México, Bruselas o París, mi emocionado recuerdo y saludo
a todos ellos, porque son nuestros necesarios, y la contingencia de que laboran o estudian fuera no impide que hoy, merced al Ateneo que vuelve a nacer, estemos más unidos que nunca.
Decía Jacques Lacan, el genial psicoanalista francés, que «toda carta llega a su destino». Básicamente, porque el auténtico destinatario de toda carta es uno mismo.
Pero también porque toda carta halla tarde o temprano destinatario aun cuando el remitente tuviera otra intención. También la carta de Teófilo Ortega, (el último secretario del Ateneo de Palencia de 1926) que salió publicada en Diario Palentino en 1925, no ha sido leída, (en su amplio sentido), por palentinos amantes de su ciudad hasta hoy, 2016. Era la carta de un joven de 21 años que proclamaba no dejar caer un Ateneo. Hemos tenido un pequeño retraso de 90 años en la lectura de esa carta. Pero aquí estamos.
Hoy repunta el interés por las cartas (el viernes presentaré el libro de Alberto Arija, Cartas olvidadas) seguramente porque ya nadie nos escribe cartas, en el buzón sólo abrimos cartas de bancos, pocas ya, y avisos de correos. Pedro Salinas alarmado ante un cartel en las oficinas del telégrafo estadounidense que publicitaba, no escribáis cartas, poned telegramas, llegó a decir: «Yo sostengo que la carta es, por lo menos, tan valioso invento como la rueda en el curso de la vida de la humanidad. Porque hay un tipo de comercio o de trato, el de los ánimos y las voluntades, muy superior al comercio de las mercancías y las lonjas». Kafka nos legó su idea del “maligno hechizo de las cartas”, que ocupaban sus noches. Y desde el comienzo la retórica se ocupó de su normativa, sencillez, claridad, adecuación al destinatario, y una tipología que atravesó el tiempo: cartas de elogio, de súplica, de amor…
Por Edgar Melville sabemos que su personaje literario Bartleby, el escribiente, salió de un departamento de Washington llamado Cartas Muertas, dedicado a recoger las cartas sin destinatario, donde son quemadas. Podemos colegir entonces que el buen destino de la carta de Teófilo Ortega es este Ateneo, y que, en parte, gestos como el del muy joven Teófilo Ortega, ese escritor olvidado, (por usar el título de un trabajo de Casilda Ordóñez), son los que nos han dado razones sólidas para hoy fundar ese Ateneo que él pedía no abandonar.
Se diría que con el Ateneo de Palencia ha pasado lo que mostrara Casilda Ordóñez en su poesía “Profecía de Desnudez”,

Te quedarás así,
desnuda,
como el mástil enfermo de una nave de otrora,
como la lanza herrumbrosa sin dedos que la ciñan,
como el asta de una bandera arriada para siempre,
como el tronco de un árbol despojado de belleza y de ramas,
como el viento, que ulula solitario,
vagabundo infinito,
buscando entre las cosas el recuerdo de algún amor perdido,
como el mar,
que se acerca a la altiva dureza de la roca,
como un lebrel sumiso que mendiga caricias
…y se va.

Así es, el Ateneo se fue, desapareció de Palencia como el Arco del Mercado, vagabundo infinito. Fue como nuestro amor perdido. Pero lo que no va a ser, desde hoy, es bandera arriada para siempre, pues hoy de nuevo ya ha sido izada.
Y ¿qué le pasaba a aquel Ateneo de 1926?, ¿por qué no siguió?, pues conocemos poco de aquello porque el Ateneo que se funda en 1876 por Ricardo Becerro de Bengoa tenía un archivo que se ha perdido. De suerte que lo que conocemos se lo debemos al esfuerzo, interés y buena investigación del historiador y editor José Luis Sánchez.
Su libro, hoy agotado, que tituló El Ateneo de Palencia, fue escrito hace 27 años. Le hemos pedido que lo reedite. Nos narra que en Palencia había en 1876, 14.000 habitantes, que se habían fundado ya los Ateneos de Madrid, (1835), de León (1856), y que el de Palencia se funda en 1876, muy cercano y sostenido en etapas diversas por la Asociación Económica de Amigos del País. Con desigual vida hubo entonces tres etapas, 1877, 1908 y 1924, tres momentos de la vida del Ateneo. (Acabamos, si se quiere, de iniciar ahora la cuarta etapa).
La mayoría de los ateneístas eran o miembros de la administración o profesionales liberales. Ocupaba unos caserones donde hoy se encuentra el edificio de Hacienda. Disponía de una Revista. (Hemos sabido estos días de la iniciativa de la Biblioteca Pública palentina de la compra de la versión digital de los ejemplares de esa Revista que pertenecen a la Biblioteca Nacional, y que según nuestra Biblioteca tendrá gran valor para conocer la vida local de la Palencia del último cuarto del siglo XIX).
Merced al Ateneo, Palencia conoció la presencia de Unamuno, Gregorio Marañón, Ramón Pérez de Ayala y Valle-Inclán, intelectuales que vinieron a dar conferencias. La idea de los fundadores del Ateneo de Palencia era agitar la vida intelectual, preocupándose por los niveles de alfabetización, impartiendo ellos mismos decenas de conferencias, contribuyendo a crear su primer fundador, Ricardo Becerro de Bengoa, (cuyos familiares y descendientes hoy nos acompañan), nada menos que la Biblioteca Pública, La Escuela de Artes Aplicadas y Oficios, y el Observatorio Meteorológico. Eso le debe Palencia.
Aquellos ateneístas tenían una media de edad de entre 25 y 40 años. Muy jóvenes para hoy. Fueron en cada época en torno a un número de ateneístas palentinos de 200, cuanto más en febrero de 1877, que llegaron a ser 243.
Que en 2016 ya seamos más de 300, cuando aún no tenemos ni sede, demuestra lo certero de la expresión deseo decidido para hablar del Ateneo de 2016.
Deseo dubitativo es el reverso de deseo decidido. Desde la primera de nuestras reuniones, el 29 de septiembre de 2016, en el Congreso de los Diputados invitados por Miguel Ángel Paniagua, comprobé que el aserto de Napoleon, vísteme despacio que tengo prisa, se tornaba en la prisa buena, la que acontece cuando nos aproximamos a la verdad o cuando el objeto angustiante hace acto de presencia. De repente hizo entrada una cifra: se cumplían en 2016, 140 años justos de la primera fundación. El deseo de fundar el Ateneo pasó a ser de una lógica aplastante y fruto ya de un deseo y decidido.
Cuando Lacan funda su famosa escuela de psicoanálisis de París, afirma hacerlo “Sólo como siempre lo he estado en relación a la causa analítica”. Nosotros nos dijimos, lo haremos en plural, sin segregar a nadie, sin exclusiones ideológicas ni de edad ni de nada, fundaremos el Ateneo junto a muchos, les contagiaremos de nuestro decidido deseo, advertidos de que el deseo es el deseo del Otro.
En 1876, Ricardo Becerro de Bengoa escribe en la Revista Quincenal: «Consideramos que será para siempre una fecha memorable la del 10 de diciembre de 1876, en cuyo día quedó fundada nuestra Asociación científica, literaria y artística. Así lo ha entendido el vecindario que unánime muestra su satisfacción al tratarse del ATENEO, y así nos lo repiten los amigos y los hijos de esta ciudad, ausentes, que desde lejos envían sus parabienes por medio de lacónicos y calurosos telegramas y de entusiastas cartas».
Hoy se cumplen 140 años de aquel 10 de diciembre. Pero Ricardo Becerro de Bengoa no era la primera vez que trataba de fundar en Palencia el Ateneo. Tampoco nosotros, pues cuando leímos hace ahora veinte años el libro de José Luis Sánchez, prestado por nuestro amigo Albano de Juan, siempre pensamos en que recuperar aquel Ateneo sería un sueño para Palencia. A veces los sueños se cumplen.
RBB escribirá, «Cuantas veces, desde hace algunos años, tratamos de instalar y asentar aquí sobre bases seguras ese centro de cultura, tan acariciado en los pueblos civilizados, se nos contestaba con la triste e impotente afirmación de que no estaba Palencia preparada para sostener las exigencias de la vida de un ATENEO». ¿Lo estará hoy? Nos da lo mismo. Aguantaremos todos los rayos procedentes de quienes escriben el rumor y la historia que los presentes protagonizamos. Nosotros al fundar ya hemos hecho historia. Que otros la comenten.
Pero qué es ¡asentar sobre bases seguras! No hay mejor base que el deseo decidido. Una institución con deseo, lo que es decir muy frágil, muy amorosa, casi siempre al borde de caerse, puede subsistir; una Institución pétrea, organizadísima, protocolizada, pertrechada para evitar la contingencia, mata el necesario deseo de invención. Y no hay mejor base segura que afirmar como el Prof. Ordine, la utilidad de lo inútil, la utilidad de la poesía y de la música, de la invención y de la pérdida de tiempo creativa.
Continúa RBB: «Si Palencia no animaba los elementos que tenía en su seno debiera irse muriendo poco a poco, al perder de día en día su actividad y sus esperanzas…» Esas palabras de 1877 son las mismas que nos animan hoy a todos nosotros en 2016. No perder actividad y sobre todo no perder la ilusión de que las cosas van a ir a mejor. Este rayo de esperanza, de ilusión, de cambio, le hemos escuchado estos dos meses desde aquel 29 de septiembre madrileño en el Ateneo de Madrid:
…..hemos visto brillar los ojos de los más jóvenes cuando les hemos convocado a esta empresa de refundar el Ateneo,
……lo hemos visto en las lágrimas de las personas mayores,
…..en la humildad de tantos palentinos que han declinado en primera instancia la oferta de sumarse a la fundación porque no se sentían preparados intelectualmente, ignorando así que el saber es una construcción social y colectiva, y que nadie es más que nadie, puesto que todos somos contingentes si no nos hacemos los necesarios.
RBB finalmente da con las palabras clave: “Era necesaria una violenta sacudida de la energía intelectual para fomentar el espíritu de asociación”. Había afirmado líneas arriba que el aislamiento individual no había producido jamás nada bueno, nada útil ni nada honroso. Es nuestra idea fundacional de 2016: en la época que nos toca vivir, el goce individualista comanda la vida de las gentes, es hoy necesaria una sacudida de apuesta por el asociacionismo, por el lazo social, por el entre-todos. Y hay que inventar la manera de hacerlo sin cargarnos las diferencias individuales, sin cerrar la singularidad subjetiva de cada uno de nosotros, cada uno con su síntoma, cada loco con su tema, (¡todos locos!), pero asegurándonos de que nadie quiera imitar la locura del de al lado (genialidad que escuché a Jacques-Alain Miller). La vida de goce encerrado, de cultivo de jardín a lo Rousseau, de incomunicación, de relación particular con los objetos, ha hecho crecer como nunca en la historia, y seguirá, el aislamiento individual que denunciaba RBB, la enfermedad del amor propio. Frente a ese cuerpo doctrinal del individualismo, nuestra apuesta de 2016 por un ATENEO, es la apuesta por Nada sin amigos; por no retroceder cuando aparezcan, tarde o temprano, todas las pasiones del ser: el amor, el odio, la ignorancia. Sabemos que visitan a diario toda Institución y que cursan con crisis, fracturas, encontronazos, rivalidades imaginarias; pero estando advertidos nuestra apuesta decidida es por el crecimiento común, por lo común; por los proyectos sociales, por los proyectos científicos que ayuden socialmente; por la vida artística que haga más humana la convivencia, y más bella la vida. Seguiremos a la vez los consejos de Freud y de Beethoven. El primero, apelando al uso de palabras bondadosas para tranquilizar, el segundo, recordando que sólo conocía un índice de superioridad, la bondad.
Una ciudad con ATENEO será más amable, menos hostil, menos bronca, más amorosa, más de la lógica femenina del ser, del desarrollar el ser y el espíritu, que de la lógica masculina del tener, que aburre con su exhibición de dominio.
Un acto de fundar incorpora una transformación. Al salir de este Paraninfo no seremos ya los mismos. Un acto no es una acción más de las muchas que hacemos cada día. Un acto tiene la estructura del Alea jacta est. De ya nada es igual. Un acto de fundar es una losa y una enorme responsabilidad para los fundadores: de ahí la enorme alegría de saber que somos más de 300 a repartirnos esta losa. Responderemos de este Acto entre todos, somos todos responsables de este “desastre”, que se va a llevar por delante buena parte del tiempo que dedicábamos a nuestra vida personal.
De este Paraninfo y de las ciudades de los palentinos en diáspora, hoy desde nuestra web, saldrán los futuros presidentes del Ateneo. Si nuestra empresa naufraga, todos seremos responsables. Si nuestra Empresa navega sin miedo durante todo nuestro siglo XXI, todos podremos decir, yo estuve allí en el Paraninfo, en directo o desde la web como socio fundador, yo, junto a otros muchos fundé el Ateneo de Palencia de 2016. 
Dentro de no tanto, muchos de nosotros ya estaremos amortizados.
Pero los más jóvenes presentes, dentro de cincuenta años quizá aún recuerden este día, y quizá puedan decir a los socios de entonces, que una vez, allá por 2016, una inmensa minoría de palentinos dijeron que 90 años eran más que suficientes para no responder a la carta de Teófilo Ortega. Y que en 2016 un puñado dijeron no pasarán, no pasarán aquellos que pretendan echar a dormir a la ciudad que tuvo Universidad en 1212, vapor en 1860, Ateneo en 1876, Periódico en 1881, y AVE en 2015.
La quinta del Paraninfo será historiada y recordada como un puñado de sólo 300 mujeres y hombres jóvenes, jóvenes de diferentes edades, que una mañana de diciembre se confabularon para su particular “No pasarán”. No pasarán los agoreros que han decidido la muerte de las pequeñas ciudades, ciudades que se les quedan pequeñas (para sus egos). Puñado de gentes inclasificables, procedentes de todas las corrientes ideológicas, plurales, diversos, pero reunidos bajo un mínimo objetivo común: no estarse quietos, gente peleona por su ciudad, por atraer a quienes hacen pensar o soñar.
Y se reunieron en un Paraninfo del Instituto más antiguo, donde diera clases Becerro de Bengoa, (cuyos familiares están hoy aquí como socios fundadores), y Casilda Ordóñez, (cuya hija preside hoy nuestro Ateneo) y Esperanza Ortega (hija del último secretario del Ateneo de 1926, y socia fundadora hoy), y Jesús Coria, (actual director de este Instituto y socio fundador hoy) por señalar sólo cuatro profesores de distintas épocas de este Instituto, en un Paraninfo emblemático de la ciudad en la que los 300 nacieron o trabajaron o la adoptaron como propia, pero a la que entre todos la amaron para que ella sola no muriera, para que volviera a nacer un Ateneo que nunca debió perecer.
Hoy hacemos nacer a un Ateneo, como quinta desigual, deslocalizable, inclasificable, la quinta del Paraninfo, que incomprensiblemente para los tiempos de la enfermedad del éxito y del amor propio, no quiere ningún ápice de protagonismo, ni va
a ensalzar el culto a la personalidad de ningún líder carismático, sino que va a fundar un Ateneo que tenga como ley ser una institución no jerárquica y con el saber disperso, no totalizado en nadie, como corresponde a la estructura de ideas del siglo XXI, con la soberanía compartida al máximo, enunciando el nosotros para todo, en nuestro particular Fuenteovejuna, todos a una, hacemos nacer y fundamos entre todos, y uno por uno, un Ateneo que desde ahora podrá decirse que es el símbolo de la lucha de una ciudad pequeña, el espíritu de quienes a lo largo de su historia no se han rendido como esa aldea de Astérix, resistentes y sitiados, pero apoyados desde el exterior por la artillería de la Palencia de la diáspora. Palentinos que están también en esta quinta del Paraninfo, desde los lugares más recónditos soñando este sueño romántico de perseguir un ideal tan inalcanzable como soñable.
Por eso hemos escrito en nuestra Nota Fundacional, preámbulo de los Estatutos: Las razones de Ricardo Becerro de Bengoa, de Manuel Carande, de Cirilo Tejerina, de Simón Nieto, de Juan Díaz-Caneja, de Matías Peñalba, de Manuel Rivera, de Julio Cejador, de Teófilo Ortega, de los ateneístas palentinos que en diversas etapas sostuvieron un Ateneo en Palencia, son las nuestras. Por eso nos consideramos continuadores de esa gesta intelectual que buscaba ilustrar y despertar, servir y acompañar a la ciudad de Palencia a un mejor destino. Eran razones románticas. Como las nuestras. Nuestro romanticismo es proclamar más noble el fracaso que el éxito, y con Juan Benet opino que la Constitución española sólo debiera tener un artículo: “Todo español tiene derecho al fracaso”, pues del fracaso nos recuperamos, mientras que el éxito idiotiza. El fracaso del Ateneo de 1926 nos enseña mucho.
Dentro de sesenta años,
si se mantiene esta efemérides y cada 10 de diciembre conmemoramos la fundación del Ateneo, ya habrá cumplido desde 1876, doscientos años de vida, y entonces, quizá, alguno de los más jóvenes presentes…
…….…pueda decir que fue uno de los que se confabuló frente al miedo y la indolencia,
………pueda decir que apostó por el deseo de compartir con el de al lado lo poco (o mucho) que iban sabiendo, sus lecturas, y sus escritos, su arte, su ir pasando las horas…,
………y pueda decir que formando parte de una quinta, repleta de gentes de todas las generaciones, abuelos y nietos, amigos y colegas, compañeros en otros grupos y asociaciones, vecinos y trabajadores, profesionales y currantes, se armaron de razones y fueron llegando al Paraninfo.
………Un puñado desigual en todo, pero igual en algo: quisieron emular a los primeros ateneístas y decidieron agitar la vida intelectual de su ciudad.
………Quizá al mirar a los ojos a uno de estos jóvenes veinteañeros presentes, veamos esa inmensa minoría de la que hablaba Juan Ramón Jiménez, la inmensa minoría que fundó el Ateneo de 1876, que trató de sostenerlo en 1926, y que noventa años más
tarde logra recuperarlo para su ciudad.
Enhorabuena a todos y cada uno de nosotros, y larga vida al Ateneo Científico, Literario y Artístico de la ciudad de Palencia. Muchas gracias.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]