[vc_row][vc_column][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/4″][vc_single_image image=»221″ style=»vc_box_rounded»][/vc_column][vc_column width=»3/4″][vc_custom_heading text=»Columna de opinión del ateneísta Ion Antolín Llorente» font_container=»tag:h2|font_size:16pt|text_align:center» google_fonts=»font_family:PT%20Serif%3Aregular%2Citalic%2C700%2C700italic|font_style:700%20bold%20italic%3A700%3Aitalic»][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Podemos mirar. Es una actividad tranquila, que compromete poco y cansa menos. Mirando la vida pasar han gozado grandes nombres de la historia, y ahí están, en los libros. Cierto es que algunos los escribieron esas mismas personas. Mirar no te mete en líos, y si la situación requiere de ello para evitar un problema simplemente hay que girar la cabeza. Las vacas miran al tren, y para ellas es suficiente ver pasar desde los vapores de hace décadas a la alta velocidad actual. Ahora bien, poco o nada ha cambiado para los rumiantes esa actitud. Los seres humanos no podemos conformarnos con ser testigos.
Tenemos la obligación de ser sujetos activos ante lo que se nos pone por delante. Sea una injusticia, una situación que requiera de solidaridad, un reto… No hemos evolucionado mirando. El Atlántico dejó de ser el fin del mundo porque alguien puso la proa hacia el oeste, y confió en que más allá del horizonte había algo. Arribaría a buen puerto. No llegamos a la Luna desgastándola con la vista. Ni aullándola. Las mejores mentes de aquel tiempo se pusieron al servicio de la ciencia para que uno de nosotros pusiese un pie en el satélite. Sí, lo sé, y también para que no llegaran antes los rusos.
No viene mal un poco de competencia para estimular la mente y el espíritu. Para pasar a la acción. Puede que no tengamos en la cabeza altas metas ni hacer historia, pero cualquier excusa para ponernos en marcha es buena.
Necesitamos acción. Al menos así veo yo a todas las personas que se han embarcado en esta aventura del Ateneo de Palencia. Una versión del delirio onírico compartido por unos pocos, que se hace realidad gracias al compromiso de muchos. Acción. Caminamos y lo hacemos con paso firme y seguro. Sumando a los que tienen esa necesidad de seguir empujando para que Palencia coja impulso. Miramos a un lado y otro del mapa y, quizá sí, buscamos competir. Qué hay de malo en reconocerlo. Queremos ser, como mínimo, iguales a otros territorios. No hay ninguna razón objetiva para que no podamos lograrlo. Hemos pasado a la acción, por nuestra tierra, y porque es alimento vital para nosotros. No vamos a parar. En 1926 una carta que encerraba entre líneas desesperación y tristeza fue el epitafio del último intento por construir un instrumento que sirviese al desarrollo de nuestra provincia en tantos frentes como se pudiesen abarcar.
¿Eso es ambición? Puede. Seguramente sí. Pero tampoco se logra ningún objetivo sin la ambición para alcanzarlo. No hay ambición buena y mala, como no hay acción sin compromiso. Estos dos últimos meses he sido testigo del compromiso de cientos con Palencia. Lo detectaba a ráfagas, en algunas noticias, en iniciativas dignas de ser reconocidas… Aunque nadie lo haga.
Ahora lo he constatado. Hay futuro, y es prometedor. Está ahí, y solo necesitamos tener la humildad y el convencimiento de que una provincia pequeña como la nuestra únicamente puede competir en igualdad de condiciones si la unidad de acción es férrea. Así que vamos a ello.
El Ateneo de Palencia sumará con otros, no disputará espacios a nadie, y abrirá nuevos caminos. Por tanto, que nadie se preocupe. Dentro de poco tiempo descubrirán, incluso los más escépticos, que el Ateneo es el mejor aliado para sus propósitos… Siempre que pongan a Palencia y sus gentes como prioridad. Ahí, nos encontraremos todos.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]