El pasado diez de diciembre  estampé mi firma para acreditar mi condición de ateneísta  y sumarme así al  nuevo impulso de esta vieja institución, pero al hacerlo introduje una variante que sólo puede ser comprendida desde el esoterismo. Si se observa mi firma se verá que, al lado, aparece una fecha que no es  convencional, pues  incorpora una manera diferente de sentir y concebir  el tiempo. Sé que mi fecha junto a la firma impone un enigma, pues  todos  los enigmas  instauran  una imposición desde el momento en que nos  obligan a  averiguar qué hay tras ellos. Sin embargo,  no puse esa fecha extraña para condicionar el comportamiento de nadie, sino para homenajear, sin que nadie lo supiera,  a todos mis  hermanos masones que  han sido ateneístas a lo largo del tiempo, quise significar entonces que un masón del presente, perteneciente a la logia palentina llamada “Paz y Conocimiento”, se une ahora a un movimiento tolerante e ilustrado muy necesario para la ciudad.Y aunque en el momento de la firma todo apuntaba a que mi comportamiento permanecería aquietado en la  intimidad del que es consciente de lo que ha hecho y no lo dice, hoy desvelo el enigma y el porqué.
 
Importa poco que el año seis mil diecisiete de la verdadera luz sea el año en el que los masones datamos nuestro tiempo como una referencia relacionada con el rey Salomón, el rey sabio, porque lo que yo quise estampar  es que el movimiento ateneísta  tuvo una marcada influencia masónica en su tiempo, resultando, por otra parte, que ,hoy mismo, también lo tiene. Sin ir más lejos, la mayor parte de los presidentes del ateneo de Madrid de los últimos años son personas iniciadas en la masonería. Con esto no quiero decir que la institución sea patrimonio de la masonería, ni siquiera de  la palentina, donde muchos de los impulsores de entonces fueron también  masones, sino que nuestra institución ha contribuido siempre al desarrollo del conocimiento y el progreso humano. Atenea es la diosa de la sabiduría, y la columna jónica que preside el templo de la logia de Palencia se denomina, no en vano, columna de la sabiduría. Para María Dolores Gómez Molleda, monja y catedrática de historia contemporánea de la Universidad de Salamanca, la masonería ha sido la institución más eficiente para catalizar en España las reivindicaciones niveladoras a las que la clase media del siglo XX aspiraba, yendo pareja, esa aspiración,  con el impulso del progreso en la educación, en el libre  pensar, y en el libre expresar lo que se piensa. Hoy por hoy, ese movimiento nivelador  ya está secularizado. Todos asumimos la necesidad de auspiciar el pensamiento y la cultura.
 
El otro día, ese diez de diciembre de seis mil diecisiete de la verdadera luz, vi por vez primera  una variada representación de la sociedad palentina unida en un proyecto. Todos los espectros ideológicos y todas las creencias estaban allí, y entonces me di cuenta de que, aunque yo firmara como masón para rendir homenaje a mis hermanos y para, de algún modo, avalar el
apoyo de los masones actuales a todo impulso del pensamiento ilustrado, el siglo XX, con sus pasionales y violentas contradicciones, ya estaba  superado. Queda el XXI…, eso sí.