(Publicamos el texto que leyó el ateneísta Fernando Zamora con motivo del “Encuentro con el artista”, celebrado en la sede del Ateneo el 18 de abril de 2018. Fernando Zamora (Palencia, 1939), ha publicado recientemente Tratado de conservación (Cálamo, 2017), y anteriormente Fragmentos y variaciones (1994), Silva de sílabas (2004), Virado a sepia (2006) y Libro para quemar (2007). Recientemente fue seleccionado para: “Constelaciones. Poesía experimental en España (1963-2016)”, muestra celebrada durante el primer semestre de 2017 en el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC), y también desde su inauguración, en los primeros meses en la sede del Ateneo de Palencia, y para hablar de esa su exposición, se celebró este “Encuentro con el artista”).

      Aunque vengo hoy aquí para hablar de pintura y/o de poesía, no vengo como experto, que no lo soy. Nada de expertos, sí de experiencias, podríamos decir.
      No soy orador ni conferenciante.
      Entonces ¿a qué vengo? O ¿por qué estoy aquí?
      ¡Qué paradojas! Vengo solo para hablar por hablar.
      Pero antes quiero decir que cada uno utiliza el lenguaje como le enseñaron, como lo aprendió y como puede.

“Problemas del lenguaje”
Superficie desigual
de la palabra
me siento y no estoy sentado

escucha la mudez
de lo indecible.

      Y digo: ¿qué hay sobre el silencio?
(para ir entrando en materia)
      Silencio exterior
      Silencio interior
      ¿Habla el silencio? ¿Grita?

El silencio de las piedras. ¿Hablan las piedras? A veces hablan de tal modo que aplastan nuestro silencio interior y nos hace exclamar: ¡Vaya!
Se dice que hay silencios que claman, silencios negativos, crueles, horrorosos, imperdonables…etc.
Por el contrario, otros silencios calman, no claman, calman; apaciguan, confirman, etc, etc.
Estas pequeñas piezas de colores ¿qué dicen? ¿dicen algo? ¿quieren decir algo? ¿Balbucean?
Puede que quieran decir varias cosas. Apliquemos el oído de los ojos.
Por ejemplo, aquella azul de arriba. Una tabla con tachuelas a modo de estrellas, con hilos de bramante fino a semejanza de rutas celestes parecidas a las de una guía inter-estelar con algunas manchas y signos de difícil explicación, como las manchas aparentes de una noche en el Camino de Santiago o Camino al Finisterre, al confín de la tierra…
Y ¿todo está ahí, en esa tablilla?
Eso y mucho más si pudiéramos o supiéramos leerlo.
¿O es solo lo que yo imagino?
¿Un deseo insatisfecho, un anhelo fallido? ¿un querer? ¿un quiero y no puedo?
Hay de todo como en todo.
¡Qué pretensión! Solo es una tabla pintada, manipulada para que nos invite a meditar, a pensar en algo posible.
Sigamos.
Y estas siete piezas mal agrupadas, mal aparentes como siete sellos inexplicables de un apocalipsis de Tierra de Campos.
Silencio. Colorido, que existe y no existe. Nunca así junto, pero de qué habla el carmín de la amapola, la nieve de las cumbres, el adobe o el terrón deshabitado, abatido.
¿Qué puede decir el verdín del cobre? ¿El espejo sucio del paso del tiempo? ¿pasan nuestros años a través de estos espejos adosados a los colores de la memoria?
El remolque del tractor que ha perdido su identidad y su uso, y, en su desuso, evoca la desaparición de una ciudad “R”, pueblo de río donde beben las vacas o bebía. Ya no beben así.
Pueblo de risas, de recuerdos, de sonidos, de resistencias…
Pueblos en “R”.
(Paul Klee pintó en 1919 “Villa R”, un cuadrito de 26,5cmx22 cm, hoy en Basilea…)
Que esto no tiene nada que ver con la realidad que nos rodea hoy, con la de ayer, ni con la de mañana.
Claro está que no. ¿Qué me lo invento? Claro está que sí.
Porque escucho lo que dicen estos colorines. A mí me dicen eso; pueden decir otras cosas mejores, distintas, más acertadas, tal vez. Pero dicen también lo que yo veo y oigo. Escuchad con los ojos. Perdeos en su curso y discurso.
¡Ah! pero eso no es pintura castellana…! Claro que no, pero ahí están las gentes con su vivir, sufriendo y bailando. ¿Habéis analizado los trajes regionales con su colorido, cintas, guirnaldas florales y sus diferencias iguales y abstractas.
Estas pequeñas pinturas en su quietud y su silencio, en su poquedad, quien hablar de esto. Están mudas como el silencio de las piedras pero si acercas los ojos del oído, algo oirás. Como cuando en una caracola oyes la música del mar. Otros vendrán, con otro discurso, con más voz y entendimiento.
Hay que escuchar siempre atentos a la naturaleza que nos rodea.
Aunque muda en apariencia, su silencio habla. Nos habla.

Por la tierra que nos lleva
Si detenido el tiempo
siquiera el aire
rozando los tomillos

Si nuevos hombres volvieran
exploran este espacio
años sin cultivos
breves praderas
barbechos infinitos

Si lluvia y sol
aún levantaran
este aroma de mies húmeda

¿Qué fue Castilla?
-se dirían-

Trillos enterrados
lápidas sin nombre
palomares abatidos
adobes
vueltos a la tierra

¿Qué es Castilla
sin hombres?

Animales huidos
alimañas
campos sin caminos
laderas azules de horizonte

¿Qué fue de Castilla?
¿Quién la habitó?
¿Dónde las voces?
-volverán a preguntarse-

Y en las encinas
cuando azote el viento
y en los cardos
aprenderán este silencio